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Que el Congreso de la República regrese a sesiones en medio del escándalo por aparente corrupción de uno de sus miembros, y con dudas sobre otro importante parlamentario, parece un apropiado resumen del fracaso del Legislativo en los últimos años para hacerse sentir en el país por motivos positivos. Los próximos meses determinarán si los parlamentarios toman liderazgos que el país necesita o continúan perdiendo tiempo en debates poco productivos.
Los últimos años del Congreso de la República han sido preocupantes. Al finalizar el período del presidente Juan Manuel Santos, el Parlamento se convirtió en una feria de tires y aflojes en torno al aterrizaje del Acuerdo de Paz en el país. Después, durante los ya casi dos años del presidente Iván Duque, han brillado los debates innecesarios, como el de la ley estatutaria de la JEP, inocuos, como el de la cadena perpetua, y ha sido marcada la ausencia de proyectos que le presenten a Colombia una visión del futuro que se desea construir desde la institucionalidad.
En lo que va corrido de este año el Congreso no fue capaz de ser eficiente para enfrentar el coronavirus y, en medio de peleas sobre su virtualidad, se convirtió en una voz ausente del debate nacional.
No es exageración, entonces, decir que los parlamentarios están en deuda con los colombianos que pagan sus generosos sueldos a través de los impuestos.
Ante la falta de iniciativas, solo tenemos un cúmulo de preguntas para plantearles a los congresistas. Por ejemplo: ¿se tomarán en serio la potestad de proponer una política económica más ambiciosa de la planteada desde el Gobierno Nacional y, de ser así, podrán impulsarla para que se convierta en ley? ¿Encontrarán la manera de hacer control político efectivo a los decretos de emergencia, a las actuaciones del Ejecutivo y a la destinación de los recursos en medio del coronavirus? ¿Utilizarán este tiempo para discutir y aprobar las reformas complejas que necesita Colombia, en temas tan espinosos como la administración de justicia y las pensiones? ¿Dejarán de hacerles conejo a las promesas anticorrupción con las que emocionaron a los colombianos y luego dejaron diluir en medio de impedimentos y maromas burocráticas francamente ofensivas? ¿Serán vehementes en denunciar las fallas entre los suyos, como los señalamientos que se han venido presentando sobre el parlamentario Eduardo Pulgar, del Partido de la U, por al parecer haber ofrecido un soborno? ¿Aplazarán el inicio de sus campañas reeleccionistas para concentrarse en las necesidades urgentes del país? ¿Serán íntegros y rigurosos en la elección de los nuevos miembros de la Corte Constitucional y otros entes de control que están en el horizonte?
Podríamos seguir, pero el mensaje es claro: congresistas, tienen que cambiar la manera en que han venido operando.
Con la instauración hoy de las nuevas sesiones, los congresistas tienen sobre la mesa propuestas interesantes, como la renta básica de emergencia. En Colombia abundan las ideas huérfanas del liderazgo político que el Congreso podría otorgarles.
Nota del editor: Este editorial se modificó de una versión inicial que identificaba erróneamente al congresista Pulgar como miembro del Partido Conservador.
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