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Keiko vs. PPK

Por las paradojas de la política, el apellido de Keiko Fujimori es su principal fortaleza y, al mismo tiempo, su mayor debilidad.

El Espectador
11 de abril de 2016 - 08:12 p. m.
Pese a la sombra de su padre, Keiko Fujimori parece ser la próxima presidente de Perú. / EFE
Pese a la sombra de su padre, Keiko Fujimori parece ser la próxima presidente de Perú. / EFE

Para quien no esté familiarizado con la política regional, el nombre Keiko y las iniciales PPK no le dicen mucho. Sin embargo, los peruanos escogieron el domingo pasado a Keiko Fujimori y a Pedro Pablo Kuczynski como los candidatos que disputarán la segunda vuelta presidencial en junio. La hija de un autócrata populista, hoy condenado a 25 años de prisión y cuyo apellido aún genera grandes simpatías y odios, y un exministro de Economía de centroderecha inician la recta final de la campaña. Nada está decidido.

El primer lugar alcanzado por Keiko, de Fuerza Popular, con cerca del 40% de los sufragios, ya estaba cantado en las encuestas, con una remota posibilidad de que la candidata de centroderecha lograra superar el 50 % y evitar una segunda ronda. La expectativa se había centrado realmente en quién sería su contrincante. Verónika Mendoza, del Frente Amplio, con algo más del 17%, hubiera sido la oponente ideal deseada por Fujimori. Sin embargo, el miedo de los electores al resurgimiento del izquierdismo, en un país que no termina de superar el terrorismo de Sendero Luminoso, fue el que al final le despejó el camino al candidato de Peruanos por el Kambio, Kuczynski, para que lograra cerca del 24% de los votos.

Por las paradojas de la política, el apellido Fujimori es su principal fortaleza y, al mismo tiempo, su mayor debilidad. Según los analistas, la principal posibilidad de Keiko de alzarse con la Presidencia radica en los miles de personas, en especial de clase baja, que recuerdan a su padre como el hombre que acabó con la hiperinflación, combatió con éxito a Sendero Luminoso y trajo prosperidad al país. ¿Errores? Creen que es probable que hubiera cometido algunos, pero argumentan que ha dicho que no los repetirá. Ella aprendió la lección de la última campaña, en la cual perdió por estrecho margen, en la segunda vuelta, con el actual presidente, Ollanta Humala. En ese momento el haber insinuado que podría indultar a su padre disparó las alarmas y al final la reacción antifujimorista se inclinó por Humala.

De 40 años, formada en Estados Unidos y primera dama a los 19, en este oportunidad ha maniobrado con gran cuidado e inteligencia. Al conocer los resultados del domingo dijo que “este nuevo mapa político que se ha dibujado nos muestra claramente que Perú quiere la reconciliación y no quiere más peleas”. No sólo ha prometido que no va a beneficiar a su padre con una eventual amnistía, sino que mantendrá el modelo económico del actual Gobierno y luchará frontalmente contra la delincuencia. No está de más recordar que su primer lugar obedece además al hecho de que el máximo organismo electoral peruano sacó de la competencia a sus dos rivales más cercanos: Julio Guzmán, por problemas con su inscripción, y César Acuña, por actos irregulares en la campaña.

Así las cosas, sus fortalezas están centradas en la estructura partidista que la acompaña y que tiene presencia en todo el país. Además, la bancada parlamentaria que le es afín domina el Congreso. Sin embargo, no le será fácil desligarse del nefasto legado de su padre. El autócrata paga 25 años de cárcel por muy graves violaciones de derechos humanos y los casos de corrupción durante sus gobiernos, así como las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, en las que murieron 25 personas a manos de un grupo paramilitar. Keiko ha tratado de esquivar este escabroso capítulo achacando toda la responsabilidad al nefasto Vladimiro Montesinos, quien también purga una larga condena por todos los crímenes que cometió.

El reto para PPK radica entonces en la posibilidad de atraer a la mayoría de los electores antifujimoristas de todas las tendencias políticas que podrían volver a hacer un frente común ante la sola idea de que reviva el fantasma del autoritarismo de aquella época. En menos de dos meses, el 5 de junio, los electores tendrán la palabra. La verdadera competencia recién comienza.

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Por El Espectador

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