La cobardía del Congreso con la reforma política

El Espectador
22 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.
¿Tienen los congresistas el liderazgo de reformar las reglas de sus propias elecciones para garantizar más transparencia, vigilancia y mejor representatividad? / Foto: Archivo
¿Tienen los congresistas el liderazgo de reformar las reglas de sus propias elecciones para garantizar más transparencia, vigilancia y mejor representatividad? / Foto: Archivo

Todas las trabas que los congresistas están poniendo a la reforma política, junto con las concesiones que ha tenido que hacer el Gobierno, parecen reforzar la idea de que la cultura política del país no se puede cambiar desde adentro. Es una lástima que los parlamentarios no oigan el clamor de los ciudadanos que piden reglas para purgar la corrupción, el clientelismo, el intercambio de favores y favorecer una mayor representatividad.

Después de las recomendaciones formuladas por expertos convocados por el Gobierno, todas las instituciones que se ven potencialmente reformadas han salido a argumentar que el problema no son ellas. Así, poco a poco, la propuesta de reforma política ha perdido sus mejores ideas. Incluso con el proyecto actual presentado por el Gobierno, que ya tiene muchas concesiones fruto de las discusiones previas entre los congresistas y el Ejecutivo, siguen presentándose objeciones. ¿Se va a desaprovechar esta oportunidad para aprobar una reforma que funcione?

Como lo explicó la Misión de Observación Electoral (MOE), “mientras algunos congresistas argumentan que esta no es una gran reforma política, en los debates están desmembrando temas realmente estructurales, como la modificación de la organización electoral”. Se refieren, en particular, a la elección de los miembros del Consejo Nacional Electoral, donde todavía hay quienes piden que esté a cargo del Congreso.

Por su parte, ante la tensión que se ha generado en el Legislativo, el ministro del Interior, Guillermo Rivera, tuvo que recordar que “no se pueden hacer modificaciones que vayan en sentido contrario a lo que se propone en el Acuerdo de Paz”. De acuerdo: en La Habana se hizo una promesa de reforma política estructural bajo ciertos criterios. Insistimos: ¿por qué ahora los congresistas están buscando obstáculos a como dé lugar?

El presidente de la Cámara y miembro de esa bancada, Rodrigo Lara, explicó que “hubo una decisión de bancada en el sentido de no apoyar esa reforma política, ahora bien, la reforma puede modificarse en muchos aspectos. Hay que hacer una verdadera, de fondo y no simplemente cosmética”.

Aunque esa posición concuerda con la de otros congresistas, notablemente Claudia López y Angélica Lozano, quienes vienen empujando una consulta anticorrupción, es necesaria la pregunta: si no se puede aprobar una reforma más ambiciosa, ¿entonces no se pasará ningún proyecto? ¿Tiene sentido, en ese caso, una posición irreconciliable?

En efecto, como lo hemos mencionado, la propuesta del Gobierno no es la reforma ambiciosa que se prometió en el Acuerdo. Sin embargo, dado el clima político, es difícil imaginar que una modificación más profunda de las reglas sea aprobada por el Congreso. Llamamos, no obstante, a que los parlamentarios no pierdan esta oportunidad de empezar a modificar las instituciones más problemáticas.

Especialmente porque es inevitable leer tantas trabas con suspicacia, en un año teñido por escándalos cada vez más abrumadores de corrupción. El reto existencial del Congreso y de la clase política es evidente: ¿tienen el liderazgo y la valentía de reformar las reglas de sus propias elecciones para garantizar más transparencia, vigilancia y mejor representatividad? Por lo visto en los debates sobre la reforma política, la respuesta es desalentadora.

 

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