Nada para celebrar con que censuren a Álvaro Uribe

El Espectador
23 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.
Abundan las instancias en las que la censura de Twitter es cuestionable y sus respuestas son vagas referencias a las normas comunitarias que todos sus usuarios aceptan al vincularse a la plataforma. / Foto: Archivo El Espectador
Abundan las instancias en las que la censura de Twitter es cuestionable y sus respuestas son vagas referencias a las normas comunitarias que todos sus usuarios aceptan al vincularse a la plataforma. / Foto: Archivo El Espectador

Sin intermediación judicial y haciendo referencia a normas opacas de comportamiento que, además, suelen aplicarse de manera discrecional, Twitter dejó al expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez sin acceso a su cuenta. Las empresas tecnológicas que operan como supraestados soberanos siguen tomando decisiones que afectan la libertad de expresión y filtran las voces autorizadas para difundir mensajes. Este sigue siendo el gran reto de nuestras sociedades democráticas y hay poco que se pueda hacer al respecto.

Mientras decenas de miles de colombianos se tomaron las calles de Colombia en la protesta del 21 de noviembre, el expresidente Uribe, opositor acérrimo (y, a menudo, engañoso) de las manifestaciones, escribió en su cuenta de Facebook: “Aparece bloqueada mi cuenta de Twitter”. Eso significa que sus cerca de cinco millones de seguidores no iban a poder ver sus opiniones sobre lo que estaba ocurriendo, una costumbre que ha sido parte del debate político colombiano desde que el expresidente abandonó el Palacio y construyó su trinchera ideológica en las redes sociales.

¿Cuál fue el motivo? Hablando con El Tiempo, voceros de Twitter dijeron que “cuando determinamos que un tuit viola nuestras reglas, le solicitamos al usuario que lo elimine antes de poder seguir tuiteando. Cuando hacemos esto, el dueño de la cuenta recibe una notificación de nosotros que dice qué tuit en específico rompió y aplica la regla”. Al parecer, el expresidente violó la norma de “no publicar la información privada de otras personas sin su expresa autorización y permiso. También prohibimos amenazar con divulgar información privada o incentivar a otros a hacerlo”.

Si bien parece que se trata de una reglamentación deseable, no deja de ser problemática, más viniendo de una multinacional que no está respondiendo a una acción judicial. Aquí no hubo denuncia formal, solo una red social decidiendo que un contenido estaba mal y, por ende, tenía derecho a dejar sin voz al expresidente. Eso es preocupante.

Nunca, por ejemplo, ha sido inhabilitada la cuenta de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, aunque a menudo publica contenido falso, estigmatizante y que podría leerse como apologías al odio. Como ese caso, abundan las instancias en las que la censura de Twitter es cuestionable y sus respuestas son vagas referencias a las normas comunitarias que todos sus usuarios aceptan al vincularse a la plataforma. El debate de la libertad de expresión queda reducido a decisiones automatizadas que buscan esconder el hecho de que la reglamentación depende de como quieran interpretarla los censores.

Muchas personas celebraron la ausencia de Uribe en el debate. Entendemos que muchas de sus declaraciones generan rechazo y, en ocasiones, promueven la desinformación. Pero no podemos olvidar que en cada decisión de censura los derechos de toda la sociedad están en juego. No hay nada para celebrar en que Twitter decida censurar a su antojo.

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