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No más secuestros, por favor

Si es verdad que el Eln está en disposición de iniciar unos diálogos de paz, debe dejar atrás sus lógicas y prácticas de guerra cruel.

El Espectador
27 de mayo de 2016 - 08:19 p. m.
Era apenas justo que el Eln liberara a los periodistas secuestrados, pero si quiere sentarse a la mesa de negociación tiene que dejar en libertad a todos los secuestrados que tenga en su poder, y dejar atrás las lógicas de guerra cruel. / EFE
Era apenas justo que el Eln liberara a los periodistas secuestrados, pero si quiere sentarse a la mesa de negociación tiene que dejar en libertad a todos los secuestrados que tenga en su poder, y dejar atrás las lógicas de guerra cruel. / EFE

El ELN tenía que liberar de manera inmediata y sin condiciones a los periodistas Salud Hernández-Mora, Diego D’Pablos y Carlos Melo, como en efecto lo realizó el día de ayer en horas de la tarde. No había ninguna justificación para que se perpetuara ese ataque a la libertad de prensa y, sobre todo, a la humanidad de estas personas y del país entero. Colombia necesita poder decir que el secuestro ya es algo del pasado.

Las peores sospechas se volvieron realidad. Desde que se reportó la desaparición de Hernández-Mora (periodista de El Mundo de España y columnista de El Tiempo) en El Tarra, Norte de Santander, el domingo pasado, circuló la teoría de que se trataba de un secuestro. Después, cuando D’Pablos y Melo (de Noticias RCN) fueron a cubrir lo ocurrido con la columnista, también desaparecieron. El jueves, el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, dijo por fin que “nuestra inteligencia indica que el Frente de Guerra Nororiental [del Eln] está a cargo de la presencia de estos tres profesionales en la región”. Inaceptable.

Si bien el Gobierno demostró desde el principio su interés en liberar a los periodistas secuestrados, y tanto el Ejército como la Policía desplegaron sus fuerzas de manera expedita, no deja de ser errada la extrema cautela que demostró el Ejecutivo los primeros días y que se vio hasta en el discurso de Villegas. Apenas el viernes vino el rechazo contundente al secuestro, cuando era una de las posibilidades. Un día antes de la confirmación del secuestro, el presidente insistía en que lo más probable era que Hernández-Mora estuviera haciendo un trabajo periodístico de manera voluntaria. No hay proceso de paz que excuse ponerle un eufemismo a este crimen.

Aunque el problema viene de mucho antes, lo ocurrido nos recuerda que en nuestro territorio aún persisten zonas de nadie o, para ser más precisos, donde la ley la imponen los armados ilegales, por más que haya presencia del Ejército. ¿Cómo es posible que, con todos los ojos puestos en El Tarra, la guerrilla haya podido secuestrar a dos periodistas que cubrían la desaparición de Hernández-Mora? Paradójicamente, esto reivindica la necesidad de terminar el conflicto de una buena vez por todas y de redirigir los recursos para recuperar todos los rincones de Colombia.

Renglón aparte merece el Eln. Todavía no se sabe si se trató de un acto autónomo de un frente que no está interesado en pactar el cese de hostilidades con el Gobierno, o si los líderes de la guerrilla estaban al tanto de todo. En cualquier caso, lo ocurrido se enmarca en un contexto retórico en el que los guerrilleros defienden el secuestro como arma de guerra y fuente de sustento.

No, señores del Eln, el secuestro no es más que una atrocidad. No pueden pedirle al país que valide su crueldad sólo porque “así es la guerra”. Incluso en los conflictos armados hay reglas, y la libertad de los ciudadanos debe ser sagrada. Y si es verdad que están en disposición de iniciar unos diálogos de paz, deben dejar atrás sus lógicas y prácticas de guerra cruel. Secuestrando no hieren al Estado; lo que hacen es destruir a las personas que se llevan, a sus familias, amigos, colegas y al país entero, a ese pueblo que en las arengas de su movimiento juran reivindicar.

Ojalá la arrogancia y mezquindad que han demostrado no les evite ver que tienen ante sí un gobierno dispuesto, tal vez como nunca, en sentarse a negociar una salida racional a tanta barbarie. Pero para hablar tienen que prometer, por lo menos, no seguir secuestrando. Dejen la canallada.

 

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Por El Espectador

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