Nos siguen matando y encarcelando

El Espectador
21 de diciembre de 2017 - 02:00 a. m.
No puede obviarse la realidad en todos los países, incluido Colombia: el periodismo serio está bajo ataque. / AFP
No puede obviarse la realidad en todos los países, incluido Colombia: el periodismo serio está bajo ataque. / AFP

La mejor respuesta al autoritarismo creciente en todos los países del mundo, acompañado de actores armados ilegales que triunfan cuando prima el silencio, es el periodismo independiente y crítico. Por eso, el informe reciente de Reporteros Sin Fronteras (RSF) debe servir de campanada para que los pueblos se sacudan del letargo y defiendan el ejercicio libre de la prensa.

El 2017 fue el año menos mortífero de los últimos 14 para periodistas en el mundo, dijo RSF. Sin embargo, que vayamos mejorando no significa que es momento de celebrar. En total, 65 periodistas murieron este año que termina. De ellos, 39 fueron asesinados o blancos explícitos, mientras que 26 perdieron la vida en el ejercicio de sus funciones.

Al ver las cifras por país, Siria sigue siendo el más peligroso con 12 periodistas muertos, seguido de cerca por México, donde mataron a 11.

El ejemplo de los mexicanos es muy diciente y, lastimosamente, parece eco de lo que ocurrió en Colombia durante el auge de los carteles de la droga. Ante un gobierno de Enrique Peña Nieto que parece cómplice de la impunidad, cuando no directamente hostil a la prensa libre, son los periodistas los que han tenido que denunciar los atropellos de los narcotraficantes. El precio que pagan es muy alto y la situación no parece mejorar. Si el Estado no se toma en serio su rol como defensor de la prensa, la sangre seguirá corriendo, la información seguirá siendo censurada y todos los mexicanos perderán uno de los pilares esenciales de su democracia.

La buena noticia es que sí se puede hacer algo. Como explicó RSF, la reducción en el número de homicidios se debe a la “creciente toma de conciencia sobre la necesidad de proteger mejor a los periodistas y a la multiplicación de las campañas en este sentido por parte de las organizaciones internacionales y de los propios medios”.

Claro, no se puede ignorar que también ha ayudado el éxodo de periodistas que abandonan los lugares más peligrosos por el miedo a ser asesinados. “Es el caso de Siria, Irak, Yemen y Libia, donde asistimos a una hemorragia de la profesión”, dice el informe.

El otro dato preocupante es el de los periodistas encarcelados. Se contabilizaron 326 tras las rejas en todo el mundo. Llama la atención que China, con 52 personas encarceladas, lidera al resto del mundo.

Ahora que el país asiático se está consolidando como la potencia de referente para todos los Estados, ¿no es momento que empiece a rendir cuentas sobre la importancia de proteger la libertad de prensa? ¿Queremos que el ejemplo que le dé al resto del mundo es que no importan los atropellos a los derechos humanos si hay poderío económico? ¿Esa es la nueva dirección en la que queremos permitir que se mueva el liderazgo político mundial?

No puede obviarse la realidad en todos los países, incluido Colombia: el periodismo serio está bajo ataque. La idea de las “noticias falsas”, las posverdades y los discursos agresivos contra los periodistas han logrado crear un caos de dudas. Sin embargo, la búsqueda de la verdad y la independencia deben prevalecer. El reto el año entrante es seguirles demostrando a los ciudadanos por qué, cuando el periodismo puede hacer bien su trabajo, las sociedades progresan. Como dice el lema adoptado recientemente por el Washington Post: “La democracia muere en la oscuridad”.

 

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Por El Espectador

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