Nunca renunciar a la esperanza que nos dejó Galán

El Espectador
18 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.
Luis Carlos Galán pedía a los colombianos soñar una sociedad mejor, respetuosa de las normas y con un futuro brillante por delante. No podemos olvidar esa causa común. / Foto: Jairo Higuera - El Espectador
Luis Carlos Galán pedía a los colombianos soñar una sociedad mejor, respetuosa de las normas y con un futuro brillante por delante. No podemos olvidar esa causa común. / Foto: Jairo Higuera - El Espectador

Hace 30 años unos sicarios asesinaron a quien tenía casi asegurado ser presidente de Colombia. Sus ideas de respeto a la legalidad y rechazo rotundo al narcotráfico y a sus tentáculos en el Estado resultaron ser demasiado problemáticas para muchos en el país. Tres décadas después, nuestra nación sigue en la pugna paradójica entre adoptar una modernidad democrática o dejarse seducir por las peores prácticas de nuestra cultura política.

Luis Carlos Galán Sarmiento era reconocido en todo el país como el rostro de la esperanza. En una Colombia asfixiada por el narcotráfico y las guerrillas, con serias preguntas sobre la confiabilidad de los miembros del Estado, su valentía les pedía a los colombianos soñar una sociedad mejor, respetuosa de las normas y con un futuro brillante por delante. Sin embargo, eran tiempos muy difíciles, pues Pablo Escobar estaba en la cima de su poder y la guerra del narcotráfico contra el Estado y la Colombia decente ya venía cobrando múltiples vidas. Galán corrió esa suerte.

Como escribió Juan Lozano Ramírez cuando mataron a Galán, “el sepelio fue el más desgarrador testimonio de orfandad colectiva. Cientos de miles de personas acompañaron el féretro, llorando sinceramente al dirigente caído. Era una mezcla de indignación, dolor, rabia, amargura y frustración”. El atentado contra el líder político fue también un acto de violencia contra la esperanza colectiva.

Tres décadas después, el recuerdo de lo ocurrido con Galán encuentra a Colombia con grupos ilegales que obtienen más poder gracias al narcotráfico y con una violencia ideológica que tiene a los ciudadanos divididos. Sin embargo, también es verdad que la Constitución inició la consolidación de las instituciones y que, pese a los múltiples intentos de cooptar el Estado, nuestra democracia ha venido creciendo y fortaleciéndose. Nos falta mucho trecho, pero la esperanza sigue viva.

No sobra recordar las ideas de Galán para enfrentar la polarización actual en Colombia. Cuando estaba impulsando la reunificación del Partido Liberal, el líder dijo que “los únicos enemigos son los que utilizan el terror y la violencia para acallar al pueblo colombiano o intimidarlo, o para asesinarle a sus más importantes protagonistas”. No podemos olvidar que la causa común es construir un Estado fuerte, donde la corrupción y la violencia no tengan cabida.

Ha faltado justicia en el caso de Galán, como en tantos otros en el país. Los condenados hasta ahora dejan entrever que hubo más personas involucradas que se beneficiaron con el magnicidio. ¿Habrá verdad plena en algún momento?

Pocos días antes de su muerte, Galán dijo que “a los hombres se les puede eliminar, pero a las ideas no. Y al contrario, cuando se elimina a veces a los hombres, se robustecen las ideas”. No fue él el primer silenciado ni ha sido el último. Los líderes sociales están siendo asesinados a un ritmo alarmante y aquellos que le han apostado a la construcción de paz en todo el territorio están amenazados. Ellos, como Galán, comparten el mismo sueño. Es una buena oportunidad para que Colombia se mire al espejo y se pregunte cómo seguir robusteciendo las ideas de un país en paz.

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