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Obama, la segunda vez

Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se hizo triunfador de su reelección a principios de noviembre del año pasado, había unas razones simbólicas muy fuertes para celebrar: quienes lo eligieron, finalmente, fueron los miembros más visibles de la diversidad que hay en ese país. Mujeres, ancianos, afrodescendientes, la comunidad LGBTI, hispanos, todos, en fin, pertenecientes a las minorías, fueron los que vencieron a un candidato opositor que representaba a la parte más conservadora de la sociedad y que iba tomando fuerza. Obama era lo mejor que le podía pasar a Estados Unidos y al mundo.

El Espectador
21 de enero de 2013 - 08:34 p. m.

¿Qué le espera a Barack Obama como presidente de la mayor potencia de la Tierra? Lo primero que queremos todos es que su rango de acción se amplíe. El presidente en su primer período representaba una esperanza de cambio muy grande, y pese a que en efecto algunas cosas se transformaron, esa expectativa se diluyó un poco por su ánimo conciliador y otro poco por las trabas que el Partido Republicano le impuso.

Hoy Obama sabe que puede darle una orientación más liberal a su gobierno. Porque puede, porque no tiene la presión de defender su reelección convirtiendo su gestión en una campaña, sino, más bien, en retornar a su agenda inicial, defendiendo los tan loables intereses que lo subieron al poder como el primer presidente negro de Estados Unidos. El tema de las minorías es lo primero y por eso no es gratuito que el presidente les haya hecho un homenaje a ellas en su discurso de posesión. Uno que va dirigido a la oportunidad, a la unidad y a la cercanía. En un ambiente de polarización tan grande como el que se respira en ese país, el presidente eligió las palabras correctas.

Él tiene una deuda con los inmigrantes, la minoría más grande de ese país —que le dio la victoria, por demás— y a la que deberá honrar con una medida legislativa de reforma migratoria que esté a la altura. “Nuestro camino estará completo hasta que encontremos una mejor manera para acoger a nuestros inmigrantes”, dijo con razón Obama, como ningún otro presidente en la historia de Estados Unidos lo había hecho. Vamos a ver cuánto le dura esa determinación.

La economía de ese país, no es un secreto para nadie, se sigue recuperando y eso puede revisarse fácilmente a través de las variables macroeconómicas y su buen rendimiento. Si bien el Congreso se enfrentará en unos meses al debate por el abismo fiscal, el tacto y el poder de decisión del presidente pueden ser fundamentales para tomar una serie de medidas adecuadas, que pavimenten un mejor camino en la economía de ese país. Todo listo, además, para dejar un buen futuro a un próximo mandatario que retome las riendas del bienestar.

En el tema del control de armas es donde se le ha visto más carácter al presidente. Si bien algunas de las 23 medidas que se firmaron la semana pasada deberán ser sometidas a un debate en el Congreso, muchas de ellas operan por propia fuerza de decreto, constituyéndose una lección de lo que un presidente puede hacer por su país en vez de enredarse en los vericuetos de la política.

La política exterior deberá afianzarse en este segundo gobierno. No sólo porque históricamente esa ha sido la tendencia de este país, sino porque los conflictos crecientes en Oriente Medio, las guerras en Irak y Afganistán o la amenaza terrorista de Al Qaeda prácticamente se lo exigen. Pero no la va a tener tan fácil. Obama, finalmente, no deberá olvidar a América Latina ni la integración con los países de esta región a la que, salvo algunos encuentros, tiene bastante olvidada.

Muchos son los retos de Obama y esta es la oportunidad histórica para cumplirlos. Que aproveche.

Por El Espectador

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