Orgullo y preocupación

El Espectador
12 de mayo de 2018 - 04:00 a. m.
Colombia tiene motivos de orgullo en su protección de los derechos humanos, pero hay varias deudas en ese tema que preocupan. / Foto: @Coljuristas
Colombia tiene motivos de orgullo en su protección de los derechos humanos, pero hay varias deudas en ese tema que preocupan. / Foto: @Coljuristas

El Gobierno colombiano rindió cuentas ante la comunidad internacional sobre la protección a los derechos humanos. Las buenas noticias son innegables, con cifras de reducción de violencia que son motivo de orgullo. Sin embargo, quedan en el aire varias preguntas difíciles, como qué va a hacer el Estado para evitar el asesinato de los líderes sociales.

El ministro del Interior, Guillermo Rivera, viajó a Suiza el pasado jueves para presentar el Examen Periódico Universal (EPU). Este es un mecanismo que pasa al tablero los expedientes de derechos humanos de todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. El EPU es un proceso dirigido por los Estados con el auspicio del Consejo de Derechos Humanos, que ofrece a cada Estado la oportunidad de declarar qué medidas ha adoptado para mejorar la situación en el país y para cumplir con sus obligaciones en la materia.

Esta fue la cuarta vez que Colombia se presentó ante los demás países y, sin duda, es la ocasión en que los resultados son más contundentes. La última rendición de cuentas fue en el 2013, cuando el Acuerdo de Paz todavía estaba crudo y la preocupación de los Estados se centró en el conflicto armado y cómo íbamos a salir de esa tragedia histórica.

Hoy, el país tiene muchos motivos de orgullo. Como contó Rivera, la disminución de homicidios ha sido un aspecto a celebrar. En 2017, de acuerdo con el Gobierno, tuvimos la tasa más baja de homicidios en los últimos 42 años y se salvaron unas 3.000 vidas.

Además, el desminado humanitario permitió una reducción de más del 95 % en el número de afectados en los últimos diez años. También hay indicadores muy positivos en viejos lastres del país, como el reclutamiento de menores, el secuestro, la desaparición y el número de personas desplazadas. Todos estos son triunfos directos de haber desmovilizado a las Farc, y un recordatorio para el próximo gobierno, sea cual sea, de la bondad de apostarle a la paz.

Dicho lo anterior, también hay motivos de preocupación. Ya lo hemos mencionado en este espacio. El número de líderes sociales asesinados crece y crece y no parece haber respuesta suficiente. El narcotráfico y las bandas criminales tienen varias zonas del país en jaque, sujetas a una violencia irracional y temeraria. También sigue generándose desplazamiento, aunque no en los mismos números de los peores años del conflicto.

Por eso, ojalá no caigan en oídos sordos las palabras del ministro del Interior: “como Estado reconocemos que la firma del Acuerdo no es la paz en sí misma, sino un paso necesario y definitivo para la construcción de una sociedad más justa y equitativa”. ¿Será que lo lograremos?

Más allá del conflicto, también es importante resaltar que Brasil felicitó al país por su trato digno de los refugiados venezolanos, e Islandia lo hizo por haber aprobado el matrimonio igualitario. Cuando Colombia le apuesta a la empatía, el mundo lo reconoce.

El reto sobre el próximo gobierno será, cuando volvamos a presentar el EPU, poder demostrar que seguimos avanzando.

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Por El Espectador

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