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Otra tragedia repetida que sí se podía prevenir

27 de mayo de 2022 - 05:00 a. m.
No puede entenderse cómo una de las democracias más sólidas del planeta es incapaz de tomar las medidas necesarias para evitar los tiroteos. / Fotografía de Tannen Maury (EFE)
No puede entenderse cómo una de las democracias más sólidas del planeta es incapaz de tomar las medidas necesarias para evitar los tiroteos. / Fotografía de Tannen Maury (EFE)
Foto: EFE - TANNEN MAURY

Tal vez la mejor manera de entender la irracionalidad de lo que ocurre en Estados Unidos, donde este año van más de 200 tiroteos con armas de fuego, es apelando al titular de un portal satírico. The Onion, conocido por escribir noticias falsas en clave de ironía, tiene una nota que viene publicando desde hace varios años cada vez que ocurre una nueva tragedia. Su título es desgarrador: “«No había manera de prevenir esto», dice el único país del mundo en el que este tipo de cosas ocurren con regularidad. Así es, la superpotencia global está de rodillas ante su incapacidad de evitar las muertes por culpa del porte de armas. La última tragedia, en Texas, donde fueron asesinados 19 niños y niñas, y dos maestros por un tirador que portaba un rifle, muestra la incapacidad de actuar ante el horror.

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, dijo que es momento de “convertir este dolor en acción” y que los legisladores deben encontrar la “valentía” para enfrentarse al todopoderoso lobby a favor del porte de armas. Ya hemos escuchado lo mismo. Barack Obama lloró en televisión nacional pidiendo un cambio a las normas. Sus antecesores hicieron lo propio. Nada cambió y nada cambiará, porque la protección a la segunda enmienda, que convirtió en derecho fundamental el porte libre de armas, está financiada por millones y millones de dólares, y un ejército de congresistas en los bolsillos de la Asociación Nacional del Rifle. Mientras tanto, familia tras familia sufrirán duelos que pudieron evitarse.

No es verdad que no hay formas de prevenir estas tragedias. Las hay. La muestra es el bajo número de tiroteos en otros países con un control de armas mucho más estricto. En cambio, lo que hemos visto de los congresistas republicanos en estos días es una colección de utopías ingenuas e ineficientes. Ted Cruz, senador de Texas, por ejemplo, propuso escuelas con una sola puerta de entrada y salida en la que siempre haya un policía. Más allá de los costos que eso implicaría, habría otros riesgos, como en caso de incendios. Otros legisladores hablaron de armar a todos los profesores, como si la candela se pudiera combatir con más candela. Y así escuchamos el coro de líderes políticos que expresan sus condolencias, ofrecen sus rezos, pero no se atreven a preguntarse por qué ocurre el horror sin control.

Puede ser que, con tanta abundancia de masacres, las noticias se convirtieron en paisaje; las víctimas se normalizaron; el rostro desfigurado de padres y madres en duelo no genera el rechazo que debería. Porque no puede entenderse cómo una de las democracias más sólidas del planeta es incapaz de tomar las medidas necesarias, y obvias, para enfrentar los tiroteos.

Hoy ser niño, niña o adolescente en Estados Unidos implica que su colegio tenga que hacer simulaciones de tiroteos para estar preparados para lo peor. Su vida está en riesgo y, de paso, su salud mental. Porque los daños van mucho más allá de las víctimas mortales: afectan a todas las personas que adoptan el miedo como forma de vida. Eso es lo que pasa cuando la inacción es la respuesta al terror.

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