Pasto y la incómoda libertad de expresión

Se ha hablado mucho en estos días días sobre la línea divisoria entre el humor y la ofensa, o el humor y el mal gusto. La pregunta de fondo es qué tipo de manifestaciones son permitidas en una sociedad y cuáles merecen el rechazo, los juicios y, eventualmente, la censura. A propósito del Carnaval de Blancos y Negros, celebrado en Pasto, Nariño, es una excelente oportunidad para recordar que la libertad de expresión, como derecho fundamental, existe para defender las manifestaciones que incomodan, molestan e incluso ofenden. Decir lo contrario es crear un ambiente propicio para la censura y las consecuencias negativas que trae consigo.

El Espectador
05 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

En el lanzamiento del Carnaval abundaron las figuras que proponían burlas mordaces contra el presidente de la República, Iván Duque, y contra el senador y líder del Centro Democrático, Álvaro Uribe. En efecto, el humor y la sátira empleados incluyen mensajes que hacen referencia a la anatomía del mandatario y otros que demuestran mucha acidez. Por eso, el senador del Centro Democrático Carlos Felipe Mejía escribió en su cuenta de Twitter que es “lamentable que un desfile típico de una región, como el de años viejos en Pasto, lo hayan convertido en una muestra de odio y calumnias contra un gobierno que lleva pocos días y que está tratando con todas sus fuerzas de recuperar al país del desastre y corrupción que nos dejó (Juan Manuel) Santos”.

El comentario fue recibido con fuertes críticas por quienes sintieron, no sin justificación, cierto tufillo de censura. El gobernador de Nariño, Camilo Romero, dijo que “lo lamentable es no conocer a los pueblos, no entenderlos, no sentir y ser como ellos. Senador, acá en el Sur el pueblo es libre y más en carnaval. El desfile de años viejos es para eso, para que el pueblo se exprese”. Después, en entrevista con Caracol Radio, Romero agregó que “de los 38 motivos (años viejos) que son de Duque (presidente), fiscal (Néstor Humberto Martínez) y uno tenía la figura del gobernador, y qué tal yo salir a decir que me están atacando (…), el desfile es una libertad de expresión, es un principio básico del Carnaval que fue declarado como Patrimonio de la Unesco”.

Por su parte, Humberto de la Calle, exnegociador del Gobierno en La Habana y excandidato presidencial, escribió en su cuenta de Twitter que “los ataques al Carnaval muestran que toca estar en guardia” para defender la libertad de expresión.

Este caso, por fortuna, no parece estar mediado por una disputa legal sobre la libertad de expresión. El mismo senador Mejía, en entrevista con Caracol Radio, dijo que “la gente tiene el derecho de expresar lo que quiera”, aunque “desviar una actividad como el desfile para hacer crítica política pierde el sentido”.

Sin embargo, la pregunta por la ofensa, el mal gusto y el “perder el sentido” de una actividad cultural sigue siendo muy vigente. Especialmente porque uno de los principales retos que enfrenta la libertad de expresión en Colombia no viene desde los tribunales, sino desde el uso del poder político para estigmatizar y deslegitimar ciertas manifestaciones.

Un país que quiera tener una democracia sana, donde quepan todos los ciudadanos, necesita comprender que la libertad de expresión presupone la ofensa. Demasiados discursos que han sido marginados a lo largo de la historia han sido tildados de “ofensivos” o de “mal gusto”, lo que ha llevado a su censura. El problema es que la crítica, precisamente, necesita subvertir la hegemonía; en esa lucha, la ofensa es una herramienta esencial.

Además, ¿qué mejor espacio que un carnaval, organizado año tras año por el pueblo, para hacer crítica política, para el desahogo, para vociferar las frustraciones? Para eso, precisamente, existe la libertad de expresión.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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