Repensarnos los derechos animales

El Espectador
02 de abril de 2020 - 05:00 a. m.
Las conversaciones que han empezado a propósito del coronavirus tienen que incluir seriamente la pregunta por la convivencia con los animales. Es tiempo de revaluar nuestra relación con ellos. / Foto: Cristian Garavito - El Espectador
Las conversaciones que han empezado a propósito del coronavirus tienen que incluir seriamente la pregunta por la convivencia con los animales. Es tiempo de revaluar nuestra relación con ellos. / Foto: Cristian Garavito - El Espectador

Después de 10 años de distintas administraciones intentándolo, el Distrito logró el cierre de 29 locales en el segundo piso de la Plaza del Restrepo. Allí se comercializaban de manera ilegal varios tipos de animales y era un espacio para someterlos a pésimas condiciones de vida. Se trata de una medida importante que debe ir acompañada de un proceso de resignificación de nuestra relación con los animales. Ahora que la crisis del COVID-19 tiene a muchas personas celebrando los avistamientos de distintos animales en espacios urbanos, la pregunta por cómo tener una mejor relación con ellos no puede descuidarse en medio del caos.

En un operativo de siete horas, que contó con la intervención de la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de Salud, el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal, el Instituto para la Economía Social, la Policía Ambiental, el grupo Gelma de la Fiscalía y la Alcaldía Local de Antonio Nariño, se decomisaron 48 animales de manera preventiva por presunto maltrato. Además, los comerciantes entregaron 100 de manera voluntaria y se abrieron investigaciones por seis animales muertos. Como explicó el secretario de Gobierno, Luis Ernesto Gómez, el Restrepo es “una plaza donde durante casi 50 años se ha traficado con animales de especies exóticas prohibidas, animales en las peores condiciones”, pero se pudo intervenir gracias a la crisis del coronavirus.

No debe quedarse ahí. Como dijo la concejal de Bogotá Andrea Padilla, “lamentablemente, muchos animales se los llevaron los mismos comerciantes. Lo importante es que no continuará el comercio de animales vivos en la plaza del Restrepo (...) lo mismo debe suceder en las otras cinco plazas”. La pregunta que queda es, entonces, ¿cómo garantizar que esta práctica, tan común, no siga repitiéndose en la capital y en el país?

Que las autoridades estén comprometidas con la protección animal es necesario, pero será insuficiente si la cultura de los colombianos no se modifica en este tema. Durante muchísimos años, la compra de animales exóticos ha permitido el maltrato, el tráfico de especies y creado una relación desigual entre humanos y animales. Rara vez se presta consideración a los efectos perversos que estas dinámicas producen en la vida de las otras especies. En sus peores manifestaciones, abundan en Colombia los casos de animales torturados y violentados por sus dueños, abandonados o sujetos a las peores negligencias, afectando su salud.

Las conversaciones que han empezado a propósito del coronavirus tienen que incluir seriamente la pregunta por la convivencia con los animales. Eso pasa, sí, por nuestro modelo alimenticio, pero también debe empezar en cada hogar y cada persona que ha comprado animales (o considera hacerlo), así como en los comerciantes que viven de esa práctica. Hay que ofrecer alternativas para que la prohibición pueda cumplirse, al mismo tiempo que se desincentiva la demanda fomentando el cambio cultural. Esta es una deuda que tenemos y es momento de enfrentarla.

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