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Sigue la desigualdad en la vacunación

14 de junio de 2022 - 05:00 a. m.
El retorno a los espacios compartidos no puede convertirse en complacencia y menos cuando una parte del país todavía está en una situación de riesgo.
El retorno a los espacios compartidos no puede convertirse en complacencia y menos cuando una parte del país todavía está en una situación de riesgo.
Foto: EFE - ERNESTO GUZMÁN JR

Sin inmunización no hay nueva normalidad, y sin embargo 569 municipios del país todavía no pueden quitarse el tapabocas en espacios cerrados por no haber alcanzado la meta de vacunación del Ministerio de Salud. Con un agravante: cada vez estamos vacunando a menos personas. Parece que los colombianos se convencieron de que la pandemia es cosa del pasado, cuando la realidad es que el virus sigue circulando y si nos descuidamos las consecuencias serán nefastas. Que no tengamos el número de casos graves de los peores momentos de la crisis no significa que no haya personas en riesgo y vulnerables que necesitan ser protegidas por la solidaridad de todos.

Como siempre, el problema de la desigualdad le cuesta caro a Colombia. El Observatorio Nacional de Equidad en Salud (ONES) encontró tres resultados poco sorprendentes: la tasa de vacunación fue menor en zonas rurales que en las urbanas, menor en el régimen subsidiado que en el contributivo y menor en municipios con altos niveles de pobreza multidimensional que en aquellos con niveles más bajos de pobreza. Es decir, los más afectados son, al mismo tiempo, aquellos que forman parte de poblaciones más vulnerables. Eso es lo que tiene a la mitad de los municipios colombianos sin alcanzar las metas del Ministerio de Salud.

No estamos solos en el problema. Hace un par de semanas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se lamentaba de que solo 57 de sus 197 países miembros han alcanzado una tasa de inmunización del 70 %. Adicionalmente, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, dijo que “estamos ciegos frente a la evolución del virus” porque los países reabrieron, levantaron el uso del tapabocas y ya no están rastreando con cuidado los contagios ni mucho menos haciendo las secuencias genéticas necesarias. Todas son fórmulas con consecuencias negativas que además ponen en evidencia cómo los países más ricos dejaron bien lejos a los que menos recursos tienen.

Volviendo al país, el último informe semanal de dosis de vacunas aplicadas habló de 330.612, notable disminución frente al dato de hace tres semanas (451.575). Es apenas lógico. Las ciudades capitales, por tener más población y más recursos, alcanzaron rápidamente la tasa mínima de vacunación y empezaron a desmantelar sus planes. Sin embargo, llegar a las distintas veredas ha sido un doble reto: a nivel geográfico, por las características de Colombia, pero también ideológico, pues hay mucha resistencia a confiar en la ciencia tradicional. El esfuerzo del Ministerio de Salud ha sido titánico en ese sentido, pero aun así estamos viendo cómo nos quedamos cortos.

La nueva normalidad ha sido un alivio para las ciudades más grandes de Colombia. Hemos visto el retorno a los espacios compartidos sin tapabocas y, más importante aún, sin el temor de los peores momentos de la pandemia. Esa actitud, sin embargo, no puede convertirse en complacencia y menos cuando una parte del país todavía está en una situación de riesgo. El mensaje tiene que ser claro: podemos vencer el COVID-19, pero la lucha aún no ha terminado. ¡A vacunarse!

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