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Sobre la pobreza

El DANE reveló la semana anterior las mediciones de pobreza, pobreza extrema y desigualdad correspondientes al año 2011.

El Espectador
21 de mayo de 2012 - 11:00 p. m.

Las nuevas mediciones son positivas. La pobreza monetaria (que mide el porcentaje de personas que viven en hogares con ingresos inferiores al costo de una canasta básica de bienes y servicios) disminuyó de 37,2% en 2010 a 34,1% en 2011; la pobreza extrema (que mide el porcentaje de personas con ingresos del hogar inferiores al costo de una canasta básica de alimentos) pasó de 12,3% en 2010 a 10,6% en 2011; el coeficiente Gini (que mide la concentración del ingreso) también disminuyó levemente, pasando de 56,0 a 54,8. La mejoría fue generalizada, ocurrió a lo largo y ancho del país, pero los promedios nacionales esconden grandes desigualdades regionales. La pobreza rural asciende 46% y la urbana, a 30%. En Pasto, la pobreza es de 40%; en Bucaramanga, de 10%.

Las cifras fueron recibidas con entusiasmo por el Gobierno y con escepticismo por algunos analistas que expresaron dudas sobre su verosimilitud.

Desde hace un tiempo, las estadísticas del DANE son recibidas con suspicacia. Las cifras de pobreza, en particular, son miradas con incredulidad, habida cuenta de los cambios metodológicos introducidos el año anterior. Actualmente un hogar de cuatro personas residente en una cabecera municipal es considerado NO pobre si sus ingresos mensuales están por encima de 800 mil pesos. Este valor ha generado controversia. Cualquier definición de la pobreza involucra consideraciones éticas y políticas complejas.

Las estadísticas socioeconómicas (el PIB, la inflación, el desempleo, la pobreza, etc.) están basadas, en alguna medida, en supuestos y simplificaciones. Muchos de los detalles metodológicos pueden ser criticados con argumentos razonables. Pero las críticas más destructivas olvidan que las alternativas son igualmente criticables. No hay estadísticas puras. Exentas de errores. Por tal razón, la clave está no en la pureza metodológica, sino en la transparencia y en la presentación de los resultados.

La metodología de medición de la pobreza, en particular, puede ser criticada de muchas maneras, pero el DANE ha hecho un esfuerzo por presentarla de manera transparente y honesta. Los detalles metodológicos se han hecho públicos y han sido debatidos. Las estadísticas de la nueva metodología fueron publicadas paralelamente con las de la metodología anterior. En fin, las mediciones son confiables. No perfectas. Muestran, por ejemplo, que las caídas en la pobreza y la desigualdad no dependen de la metodología usada.

Los niveles de pobreza, como señalan los críticos, dependen de la metodología utilizada. Pero los cambios, como olvidan los mismos críticos, son en general independientes de los detalles metodológicos.

Dicho lo anterior, es importante que en el debate público se pase de la suspicacia a los asuntos de fondo, a la interpretación de los resultados. Las mediciones de pobreza muestran, en primera instancia, que el crecimiento económico ha sido positivo para todos los sectores sociales. La disminución de la pobreza es una consecuencia casi inmediata de la aceleración del crecimiento. De otro lado, la disminución de la desigualdad es todavía muy leve para interpretaciones optimistas. La desigualdad ha disminuido marginalmente pero su persistencia sigue siendo una de las principales características de nuestra economía. Igualmente, las desigualdades regionales son preocupantes. Colombia combina los niveles de pobrezas de un país de ingreso medio-alto y de un país africano.

En suma, las mediciones de pobreza señalan los logros y los problemas de una economía en expansión. El debate debería concentrarse, de una vez por todas, en los problemas, no en los datos.

Por El Espectador

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