Todo el poder para Nicolás Maduro

El Espectador
12 de diciembre de 2017 - 02:00 a. m.
El régimen (de Nicolás Maduro) cierra con éxito un año que podría haber terminado de forma diametralmente opuesta.
El régimen (de Nicolás Maduro) cierra con éxito un año que podría haber terminado de forma diametralmente opuesta.

Si algo hay que abonarle al Gobierno de Venezuela es la habilidad con la cual, tras violentar el Estado de derecho y utilizar todas las triquiñuelas posibles, ha logrado concentrar de nuevo todo el poder en cabeza de Nicolás Maduro. El resultado de las recientes elecciones municipales así lo prueba. No en vano el mandatario anunció que “partido que no haya participado hoy y haya llamado al boicot de las elecciones, no puede participar más”. Insólito. Es este el lapidario anuncio de lo que le espera a la fragmentada oposición para las presidenciales de 2018.

De esta manera, el régimen cierra un año que podría haber terminado de forma diametralmente opuesta. Los resultados de las municipales, en las cuales la mayoría de la oposición prefirió no presentar candidatos y marginarse de acudir a las urnas, ante la falta de garantías, le da al Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), el control de más del 90 % de los municipios. La primera conclusión obvia, fuera del fortalecimiento del oficialismo, es la creciente fragmentación del movimiento opositor aglutinado en la Mesa de Unidad Democrática (MUD).

Mientras tanto, las dos partes, con acompañamiento internacional, adelantan un diálogo en República Dominicana. La sana discusión de ideas y la búsqueda de consensos es la mejor salida a una situación crítica, por más grave que sea. Sin embargo, es esencial que ambos actores obren de buena fe, es decir, que estén dispuestos a encontrar fórmulas de entendimiento y a cumplir lo pactado. En el caso de Venezuela, la experiencia demuestra lo contrario. El Gobierno ha utilizado este mecanismo como artilugio para debilitar a la oposición y dilatar la solución de los problemas. Nada augura que en esta ocasión el régimen acepte fórmulas que afecten su continuidad en el poder, en especial cuando parece tener la sartén por el mango.

Hace unos meses la situación por la que atravesaba el país vecino hacía vaticinar una realidad completamente distinta a la actual. Las protestas callejeras que se saldaron con sangre, la situación económica, el desabastecimiento generalizado de alimentos y medicinas, la inseguridad, la inflación, la devaluación de la moneda, el desempleo y la corrupción no auguraban nada distinto a unas elecciones anticipadas y el eventual cambio del Gobierno. Además, la comunidad internacional comenzaba a reaccionar de manera más contundente y se atrevía a imponer sanciones contra el régimen, que deberían tener repercusiones directas en la cúpula gobernante. No fue así.

Nicolás Maduro, contrario a lo que se podía presagiar, logró desactivar las protestas callejeras con una jugada que le salió muy bien. Convocó, de manera fraudulenta, a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), destinada a suplantar a la legítima Asamblea Nacional (AN), que era controlada mayoritariamente por la oposición.

Como sucede con los incendios de pozos petrolíferos, que se apagan con una fuerte explosión en el centro, la elección para la ANC terminó extinguiendo las protestas callejeras y reemplazando a la AN de un solo golpe. Lo anterior a pesar de las evidentes acusaciones de fraude que se presentaron. Luego, confiado en su éxito inicial, convocó a elecciones regionales para gobernadores. Una parte de la MUD, ya fragmentada, presentó candidatos en medio de un ambiente de gran desconfianza y absoluto ventajismo del Gobierno. De nuevo, tras acusaciones de fraude, el oficialismo se quedó con 19 de las 23 gobernaciones.

Así las cosas, el próximo paso de Maduro será el de convocar a elecciones presidenciales, posiblemente de manera anticipada para el primer semestre de 2018, en las cuales él será candidato a la reelección. Parte con la ventaja de tener a sus dos más fuertes opositores, Leopoldo López y Henrique Capriles, inhabilitados. Y, de cumplir su amenaza, sacaría de juego a los tres partidos políticos más importantes por no haber participado en las municipales. Todo el poder, de nuevo, en manos de Nicolás Maduro.

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Por El Espectador

 

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