La decisión del régimen venezolano de autorizar la reapertura de los puentes que unen a Norte de Santander con Táchira era una esperada noticia que estaba en mora de adoptarse. Las relaciones binacionales, en especial las que buscan favorecer a quienes habitan en una frontera tan amplia y viva, no podían ser las afectadas por los problemas políticos entre las dos capitales. A pesar de que no habrá un reconocimiento del presidente Iván Duque a la dictadura de Nicolás Maduro, se abre la puerta a un mejor entendimiento, que debería conducir a la apertura de los consulados en ambos países. Es otra inaplazable necesidad.
La sorpresiva movida de Maduro buscó generar algún tipo de reconocimiento tácito desde Colombia. No ha sido así y no lo será en lo que queda de gobierno, dada la firme posición que ha asumido Duque frente a Caracas. Sin embargo, con realismo político, desde el Palacio de Nariño y la Cancillería se ha terminado por aceptar que todos los intentos para lograr un cambio de gobierno en Venezuela fracasaron. El desconocimiento del régimen, el concierto en Cúcuta en el cual el presidente Duque anunció que a Nicolás Maduro le quedaban pocas horas, el escape de Leopoldo López, el ingreso marítimo desde territorio colombiano de una operación militar, el llamado cerco diplomático y la creación del Grupo de Lima no dieron el resultado esperado. Ahora, con el incierto diálogo entre la dictadura y la oposición en México, así como las elecciones regionales y locales en noviembre, se debía obrar con mayor pragmatismo y adoptar medidas que beneficien a los dos países, sin modificar la posición de fondo del gobierno.
El primer paso, anunciado por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, fue el de retirar los containers que habían bloqueado los puentes binacionales desde 2019 para detener la circulación de personas en los días del concierto de la frontera y el paso de la ayuda humanitaria. Desde 2015 Caracas ya había adoptado una medida similar cuando cerró el paso de vehículos, lo que terminó afectando el comercio bilateral. La miopía de Maduro terminó siendo un disparo en el pie dado que el cerrar el paso de alimentos, medicamentos y mercancías de Colombia hacia Venezuela se generó un mayor desabastecimiento en el país vecino.
Desde ayer circulan los vehículos de carga, aunque todavía no lo harán las personas. La presión ejercida por los empresarios y sectores de la sociedad civil binancionales permitió abrir la puerta a unos diálogos informales a los que se sumaron las autoridades locales. De esta manera, la administración Duque logra que se atienda su petición de apertura fronteriza sin reconocer a las autoridades venezolanas. Dijo que “esto no va a ser con chambonadas y no va a ser de manera súbita”, dando a entender que, a pesar de que el primer paso lo diera Maduro, del lado colombiano de la frontera se aplicarán los protocolos y las medidas existentes para una apertura ordenada de la frontera. Tiene razón.
La normalización del intercambio comercial y del flujo de personas será gradual y tomará algún tiempo. Son muchos los aspectos técnicos y políticos que hay que balancear, dado que no hay contactos formales ni informales con el régimen de Maduro. De hecho, el presidente Duque informó que para la reapertura en el puente internacional Simón Bolívar participarán de manera activa la DIAN, Migración Colombia y la Fuerza Pública. Además, dijo que habló con “Juan Guaidó y también con varios representantes de la resistencia democrática y el gobierno interino (…) para que se abra desde la frontera de Venezuela hacia nuestro país ese corredor, sobre todo para permitir el acceso a bienes y servicios sin tener que acudir a las trochas”.
Es de esperar que este importante paso dado, de llevar a cabo la reapertura de los pasos fronterizos de manera ordenada y siguiendo unos protocolos, conduzca al pronto restablecimiento de la actividad consular que tanta falta hace.
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