Entre todas las historias que se pueden contar sobre los cuatro niños rescatados en una selva virgen del Guaviare, una que no puede perderse es la de la colaboración armoniosa y esencial del Ejército Nacional con la Guardia Indígena. Después de años de discursos estigmatizadores desde los gobiernos de turno y prejuicios en los pronunciamientos de líderes políticos, al finalizar la semana pasada escuchamos algo inédito: en RTVC, el brigadier general Pedro Sánchez, comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales de Colombia, dijo, refiriéndose a los guardias indígenas, que “ellos son los héroes. El reconocimiento es para ellos”. Ocurren milagros cuando los colombianos decidimos superar las trincheras ideológicas para trabajar juntos por un objetivo común.
La noticia principal, claro, fue que después de 40 días de un accidente de avión, Lesly Jacobombaire (13 años), Soleiny Jacobombaire Mucutuy (nueve), Tien Noriel Ronoque Mucutuy (cuatro) y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy (un año) fueron encontrados con vida. De allí se desprenden lecciones sobre la importancia de la educación contextual, pues su supervivencia se debió a los conocimientos que tenían. También, y en esto nos queremos concentrar, muestra cómo la cooperación con la Guardia Indígena, con sus conocimientos y maneras de proceder, logró un éxito y produjo un verdadero milagro.
Hablando con El Espectador, Fabián Ulcué, uno de los 40 indígenas del Cauca que se unieron a los soldados para buscar a los niños, dio pistas de cómo los encontraron: “Por la frescura de las huellas determinamos que nos llevaban de ventaja apenas dos días. Eso lo determinamos según la lluvia. Si había llovido mucho, sabíamos que la huella debía estar muy llena; si había llovido poco, debía estar medio fresca, y si no había llovido, el rastro debía estar más consistente”. Los conocimientos del territorio y de la selva fueron esenciales para acompañar al Ejército en una búsqueda incansable. “Teníamos compañeros que nunca habían oído el sonido de un jaguar ni habían visto culebras tan grandes. Toparse con esos animales les generó mucho estrés y desespero”, dijo. Por fortuna, no estaban solos.
Haber encontrado a los niños es una muestra de cómo la resiliencia colombiana, forjada en años de conflicto y en la terquedad de apostarle a la creación de una sociedad en paz a pesar de la violencia, es clave para la construcción de país. Es fácil encontrar una reflexión que no por eso pierde fuerza: cuando trabajamos en conjunto por el mismo objetivo, podemos lograr lo imposible.
Históricamente, el Ejército ha tenido fuertes tensiones con la Guardia Indígena, azuzadas por un discurso político agresivo. Por eso, el simbolismo de lo ocurrido debe trascender el caso puntual del Guaviare. Bajar la violencia, sea retórica o física, abre muchas oportunidades. En la apuesta por la paz, este es un paso que tenemos que dar. Ya que ocurrió un milagro producto del tesón del Ejército y la Guardia, Colombia debe escuchar sus aprendizajes.
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