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Un paso más

Son dos las noticias que acompañaron esta semana las negociaciones de paz que se adelantan en Cuba entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc: dos sucesos que le dan oxígeno a esa mesa de diálogos, que lucía asfixiada durante el secuestro del general Rubén Darío Alzate y con la premura del fin del conflicto que la ciudadanía le exige cada vez con más fuerza al presidente Juan Manuel Santos.

El Espectador
20 de diciembre de 2014 - 10:28 p. m.

El primero es la tregua unilateral que anunció la guerrilla de las Farc. Un hecho que luce distinto dependiendo de quién cuente la noticia. Para unos se trata de un engaño, una jugada estratégica para tratar de imponer el cese bilateral, y una de tantas promesas que las Farc incumplirán luego para desasosiego de la sociedad. Y claro que en este largo trasegar enfrentando a la guerrilla de las Farc nos hemos encontrado muchas veces con la llamada “tregua navideña”. Y claro que es posible que estén buscando una contrapartida de cese de la violencia, como siempre la han pedido con sus grandilocuentes palabras. Pero para nadie es un misterio que el plazo para que las balas dejen de dispararse ya no parece un ideal remoto. Nos acercamos poco a poco: sin ninguna prisa pero con una certeza mucho más grande que la que teníamos antes.

El desescalamiento del conflicto es una realidad que debe llenar los cables noticiosos el año entrante. El uso de la violencia (tanto la ofensiva como la defensiva) debe ir llegando poco a poco y el primer paso se nos antoja que es este. No estamos diciendo, ni mucho menos, que el Estado colombiano debe cesar el fuego de una forma equivalente, pero sería muy obtuso por parte de las autoridades mantenerlo igual hasta que llegue el punto “fin del conflicto” de la agenda pactada. Y no estamos lejos de eso: el primer indicio lo dio el presidente Santos cuando dijo que pensaría dos veces en bombardear el campamento de Timochenko.

Ya llegó la hora de ir pensando en cómo se va a dar esa ansiada tregua definitiva y bilateral: cómo se monitoreará a esa gran cantidad de guerrilleros desperdigados a lo largo y ancho del territorio nacional. Eso es lo que deben tener claro quienes llevan las riendas de este proceso: por supuesto ese no es el paso a seguir en este momento, pero sí debe ser un objetivo trazado para el largo plazo.

En segundo lugar está el acto de perdón que hicieron las Farc en Cuba con las víctimas de Bojayá: asumir la responsabilidad, sin cinismo, porque en ese 2 de mayo de 2002 dispararon un cilindro-bomba contra la iglesia donde se había refugiado un grupo de pobladores. Este fue, sin duda, uno de los actos más deplorables del accionar de este grupo insurgente. Una de las historias más tristes que un conflicto armado conozca.

“Ciertamente hubo un resultado nunca buscado ni querido. Declararlo hoy no repara lo irreparable, no devuelve a ninguna de las personas que perecieron ni borra el sufrimiento generado a tantas familias, sufrimiento del cual somos conscientes y por el que ojalá seamos perdonados”. Esas fueron las palabras de la delegación de las Farc: cara a cara, víctimas y victimarios se enfrentaron y se abrazaron. Más que servir para una buena fotografía, el momento es un símbolo representativo de lo que muchos esperan de este proceso de paz. Que las Farc acepten sus errores en la guerra, que pidan perdón, que ofrezcan reparaciones posibles. Y si bien el elemento de la justicia aún falta, este es un paso más hacia esa paz posible.

Un paso más, pues, para finalizar el año. Ojalá las cosas sigan por ese camino.

 

Por El Espectador

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