Un símbolo y un reto en Medellín

El Espectador
24 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.
El aprovechamiento del lugar donde estaba el edificio Mónaco para poner los reflectores sobre los colombianos que perdimos en la violencia permite reflexionar sobre todo lo que ha avanzado Medellín y también nos recuerda las deudas que aún tenemos con la memoria. / Foto: Archivo El Espectador
El aprovechamiento del lugar donde estaba el edificio Mónaco para poner los reflectores sobre los colombianos que perdimos en la violencia permite reflexionar sobre todo lo que ha avanzado Medellín y también nos recuerda las deudas que aún tenemos con la memoria. / Foto: Archivo El Espectador

Sobre las ruinas del edificio Mónaco, un símbolo que enaltecía la decadencia, la ilegalidad y el temor que representaba Pablo Escobar, se construyó en Medellín el Parque Conmemorativo Inflexión. Es otra inversión necesaria para que sean las víctimas, y no los a menudo endiosados victimarios, quienes cuenten la historia del dolor y la violencia en Colombia.

La demolición del Mónaco tenía sentido desde varias perspectivas. El edificio era una parada obligada en los narcotours, esas “atracciones turísticas” que a diario pasean a extranjeros y colombianos por los lugares icónicos en la vida de Pablo Escobar. No se trata de un espacio adecuado para la memoria histórica, sino que más bien es parte de esa perversa práctica que idealiza el estilo de vida que representan los narcotraficantes. Una porción de la cultura popular sigue viendo con ojos permisivos, incluso ilusos, la historia de Escobar y sus secuaces. Ante eso, derrumbar el edificio es una medida clara por parte de las autoridades de la ciudad.

No se trata de un gesto menor. En la capital antioqueña hubo 46.612 muertes entre 1983 y 1994, muchas de ellas responsabilidad directa de Escobar. Se trató de un personaje que alcanzó a arrodillar al Estado, aterrorizó a los colombianos, persiguió a cualquiera que se atreviera a criticarlo (incluyendo a Guillermo Cano, exdirector de El Espectador y quien fue asesinado por orden del narcotraficante), y ayudó a expandir los tentáculos del tráfico de drogas, un flagelo que sigue siendo el tormento de Colombia. ¿Por qué no derribar uno de los recordatorios de su poderío y, en el proceso, enviar un mensaje claro a toda la ciudadanía?

Es bello lo que se encuentra en el espacio antes ocupado por el Mónaco. El Parque Inflexión cuenta con amplias zonas verdes y varios homenajes a las víctimas de Escobar. Hay un muro con 46.612 perforaciones, cada una en honor a una de las personas que perdieron la vida a manos del narcotráfico. La recuperación del espacio público, y el aprovechamiento del lugar para poner los reflectores sobre los colombianos que perdimos en la violencia, permite reflexionar sobre todo lo que ha avanzado Medellín, y también nos recuerda las deudas que aún tenemos con la memoria.

El parque, que se construyó en 10 meses, costó $4.700 millones. Es un monto mucho menor a los $33.000 millones que hubiese implicado restaurar el edificio Mónaco. Por ese precio, además, hay un cambio importante de símbolos.

Como explicó a El Colombiano Sebastián Londoño, asesor de la Dirección General del Centro Nacional de Memoria Histórica, “el edificio Mónaco era un símbolo del poder violento y mafioso, de una época y de una forma de comportarse legitimada por sectores sociales, pero que ahora, con Inflexión, tendrá otra narrativa”.

Celebramos este cambio en Medellín, que es también un reto para la Colombia moderna: ¿estamos listos para dejar atrás las herencias perversas de nuestro pasado violento?

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