Educación sexual en consenso

Antieditorial
01 de abril de 2019 - 05:00 a. m.

Por Hernán Velandia Palomino

Las tendencias religiosas y los falsos moralistas formados en sus fuentes han mantenido al país y lo harán por más tiempo en su limitada estructura seudoreligiosa equivocada, salvadora de seres buenos que acaten sus arcaicas enseñanzas y, en algunos casos, hagan sonar la registradora de diezmos y limosnas.

Creen que mantener a niños y adolescentes en la ignorancia de su condición sexual les cerrará los ojos y deseos para evitar su iniciación en este campo. Qué gran equivocación. Si alguien está protegido es aquel que conoce a fondo sus implicaciones finales y evita generar situaciones que puedan alterar su proyecto de vida.

Afortunadamente, aunque en poco porcentaje y con una dinámica lenta, las nuevas generaciones están asumiendo actitudes de igualdad que los beneficien en sus relaciones sociales y sexuales, superando ese intrincado dilema de creer lo que dicen sus amigos en el parque, el padre en la casa, el profesor en el aula y lo que establece el Estado como norma educativa. Precisamente, ese divorcio de responsables de la educación es la mayor fuente de motivación para que la juventud decida sin mayor fundamentación su propio estilo de comportamiento.

Muchas experiencias familiares he conocido donde padres de familia orientan a sus hijos sobre el poder masculino, ignorando que el hijo de otro que piensa igual que él con el tiempo será quien maltrate y malogre el futuro de su hija desestimada. Los resultados de tanto moralismo equivocado durante tantos años son los que en la actualidad vivimos. ¿No será el momento para rediseñar una verdadera plataforma pedagógica en el tema sexual que evite tanto abuso y muertes de mujeres, y el fomento de suicidios en quienes son víctimas de persecución por su postura sexual?

Por falta de educación sexual es la mujer la que más situaciones de maltrato presenta y hemos llegado a tales extremos que es triste ver que frente a casos de violencia contra ellas, son las mismas mujeres que fungen como comisarías de policía, fiscales o jueces que por la simple actitud de no querer congestionar sus despachos llevando esos casos tan banales, suponen que “en algo debió ofenderlo para que él reaccionara así”, desmotivándolas a denunciar y generando con esta actitud una amplia plataforma de sometimiento ante las agresiones de sus parejas y exparejas. ¿Tan mal estamos que mujeres con alto grado de formación y responsabilidad social creen que con esa actitud demuestran ser más que las agredidas y se acercan a parecerse al poder del hombre?

Si cada maestro que protesta aportara una idea para actualizar el sistema educativo vigente en el tema de la educación sexual, si el Estado aportara los recursos necesarios para su implementación y si cada padre ayudara a educar a sus hijos e hijas en el respeto por sí mismos y por los demás, se obtendrían resultados exitosos para todos los estamentos de la estructura educativa, formando mejores seres humanos y ciudadanos. No echemos en saco roto las posibilidades de tener un mejor país.

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