Si antes de la pandemia las dificultades de acceso eran notorias en varias regiones —sólo como ejemplo, las grandes y tortuosas distancias de desplazamiento—, ahora, con la virtualidad, el panorama no ha cambiado significativamente. Un considerable porcentaje de la población colombiana no cuenta con conexión a internet, con un dispositivo móvil o con ninguno de los dos. Es un completo trajín el día a día. No hace falta vivir en las zonas más remotas para experimentar esa realidad. San Antonio de Prado, corregimiento de una de las principales ciudades de Antioquia y del país, es uno de los casos en que varios sectores, por daños en la infraestructura, deficiencias en la cobertura y negligencia, no pueden hacer uso de la red.
Por otra parte, más de uno de nuestros niños no siente una motivación propia para estudiar ni sed de aprender, de tener consciencia de su proceso individual o de ser autodidacta. Se estudia para obtener una nota, para ganar la materia, para competir con el otro. Se estudia para el examen, pero no para la vida. Las aulas pretenden muchas veces cortar a los estudiantes con la misma tijera; eso crea conformismo, frustraciones, predisposición y prejuicios. Cuando un niño se destaca en arte pero tarda en aprender matemáticas, no quiere decir que sea deficiente en estas, sólo que necesita llevarlas a su propio ritmo, el cual no siempre se logra por las presiones o comparaciones del entorno académico, donde es un supuesto que todos han de llevar el mismo paso.
Asimismo, el sistema de calificación busca objetivar numéricamente el nivel de conocimiento pero se queda corto, son muchos los factores conjugados que influyen. En una escala de 0 a 5, cuál es la diferencia que radica entre alcanzar un 2,9 y un 3, además de que con la primera nota se pierde pero con la segunda se gana. De la misma manera, no creo que la “inteligencia” cambie entre el promedio 4,5 o el 4,6, pero sólo eso podría ser crucial para aplicar o no a un fondo de sostenimiento, una beca o un posgrado. ¿Es realmente la enseñanza proporcional al aprendizaje?
Finalmente, si bien la educación es un derecho, un servicio público por definición, la calidad en muchas ocasiones representa un valor agregado, no incluido en el plan básico, asequible sólo para unos pocos privilegiados que pueden costear las elevadas pensiones. Aspectos como un bilingüismo certificado y el desarrollo de habilidades artísticas y deportivas deberían ser equitativos, oportunidades disponibles tanto en instituciones públicas como privadas. Invertir en la educación es invertir en un mejor mañana. De ser así, los paros y protestas no serían tan frecuentes. ¿Qué estamos haciendo con y por el futuro del país? Definitivamente algo no funciona en la educación colombiana. Los problemas relacionados con la calidad, el acceso y el modelo educativo son sólo algunos de los males que nos acechan. La esperanza, siendo la única que queda, no se alimenta sola, voces y acciones son necesarias para que el ímpetu de cambio no muera.
Yurany Acosta V.
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