Publicidad

EE. UU., China y UE: pulso por el liderazgo mundial

Juan Manuel Ospina
01 de abril de 2021 - 03:00 a. m.

Es impresionante apreciar cómo al calor y al ritmo de la pandemia que no termina va apareciendo con una enorme nitidez el relieve del paisaje político mundial, como sucede en las costas cuando la marea baja y afloran las rocas, las cuevas, los surcos por donde el agua de las olas regresa al mar.

Resurge Europa con sus viejas disputas y egoísmos nacionales, con sus guerras, cierres de fronteras, retenes… Un paisaje triste y destructivo bien conocido; ni el ambicioso proyecto, o mejor sería decir sueño, de la unidad europea ha logrado cambiar esa “alma europea” que resurge con la fuerza de siempre. Parece que los pragmáticos ingleses con su salida de la Unión Europea están más cerca, más conectados con la realidad que la adocenada y centralista tecnoburocracia supranacional, encerrada en su fortaleza de Bruselas.

Los chinos con su disciplina y sentido de lo colectivo, clara expresión de su cultura multicentenaria, saben esperar e identificar su interés nacional, un aprendizaje viejísimo y sazonado que les permite planear y actuar ordenadamente, haciéndolos más efectivos que cualquier otra sociedad y cultura. No se distraen de sus objetivos mientras construyen pacientemente su capacidad nacional, contando para ello con sus propias fuerzas puestas al servicio de los objetivos estratégicos establecidos y garantizados por un Estado fuerte y una sociedad disciplinada, que convierten a la China en una imbatible máquina de desarrollo, que paso a paso y ordenadamente está ocupando el escenario mundial mientras salen los europeos en medio de desaires, empujones y zancadillas. Y lo realiza en el marco de un régimen autoritario y disciplinado en las antípodas de nuestra democracia liberal individualista.

Lo más revelador que ha desnudado la pandemia, que ya se conocía pero no en su profundidad y complejidad, es la crisis de la sociedad estadounidense. El binomio Trump-pandemia desnudó las grietas profundas del alma de la sociedad, economía y cultura que durante un siglo dominó el escenario mundial en todas sus dimensiones, presentada y actuando como el faro orientador del Occidente de la libertad, la democracia y la prosperidad de un capitalismo controlado por el mercado.

El régimen federal estadounidense sitúa el poder en los estados y no en la nación, en Washington, y sus limitaciones se apreciaron tanto en el manejo de la pandemia como en la elección presidencial del pasado noviembre. Mostró entonces profundas debilidades frente a China y aun la fracturada Europa. El suyo es un federalismo extremo que se entrelaza con un enorme individualismo con aires claramente libertarios, que está inscrito en el ADN de esa sociedad que le cierra el camino a la posibilidad de alcanzar un propósito colectivo que genere el correspondiente comportamiento ciudadano.

Esa mentalidad colectiva se remonta al talante religioso y puritano de los primeros colonizadores, a la forma autónoma (“descentralizada” y comunitaria) de la colonización inglesa, fuente de una enorme desconfianza hacia el Estado en general y en particular al Estado central, a Washington, cuyas intervenciones son consideradas una injerencia indebida en los espacios de libertad y de libre decisión de los individuos. El resultado, estados federales autónomos con respecto a Washington y ciudadanos contestatarios de la intervención estatal en sus vidas privadas.

Estos pobladores iniciales (“peregrinos”) consideraban que el Nuevo Mundo era la tierra prometida para ellos, no así para los aborígenes que fueron perseguidos a muerte ni luego los esclavos negros con cuyo trabajo y sobreexplotación se construyó el fundamento económico del imperio de la libertad individual, en actuaciones y creencias, lejos del poder asfixiante de la monarquía. Esa es la matriz cultural de Estados Unidos que además hizo de la sociedad un campo fértil para las iniciativas privadas, pero débil para enfrentar situaciones colectivas que requieren una respuesta igualmente colectiva.

Lo que hoy se aprecia con mayor claridad es la reconfiguración del escenario internacional en todas sus dimensiones, no solo la económica, donde la suerte de los tres principales actores es determinante no solo para ellos, sino para todos. Un desafío central del mundo pospandémico en construcción.

 

-(-)01 de abril de 2021 - 04:03 p. m.
Este comentario fue borrado.
Atenas(06773)01 de abril de 2021 - 01:48 p. m.
Y de esos desafíos q nos pintas con atinado análisis respecto de la siempre fraccionada e interesante Europa continental, no en vano England se les mamó, y de la milenaria y abigarrada China, mas no así respecto de USA, pues haces tabla rasa de cómo se elogiaba el legado de B. Obama hasta lanzar al oscurantismo a esa admirable sociedad, solo cabe agregar: q' a nosotros nos coma el tigre.
ERWIN(18151)01 de abril de 2021 - 11:58 a. m.
los Chinos .. con su disciplina y sentido colectivo .. asi mismo .. el "sentido colectivo"es una consecuencia de su disciplina .. esa es todo .. disciplina ...
Contumaz Apostata de la Dextrocardia(likt7)01 de abril de 2021 - 04:04 p. m.
Chovinistas acaparando las migas de este gastado planeta. Fin de la ética, la mística y la honorabilidad...y Putinlandia que?
Mar(60274)02 de abril de 2021 - 03:10 a. m.
Excelente columna, muy buen análisis de la realidad y de las culturas y de lo que conlleva cada una de ellas.
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar