Casi todos los países tienen orígenes tan remotos que es difícil fijar su punto de partida. EE.UU., en cambio, tiene un proceso de gestación claro, porque el país comenzó como un experimento político y resultó siendo uno de los más exitosos de la historia. Sin embargo, precisamente por eso EE.UU. adolece de una costumbre sana: aprender de otros pueblos. Como anotó el analista canadiense Michael Ignatieff: “hasta hace muy poco los americanos creían que su democracia era tan excepcional que no tenían nada que aprender de otros países”.
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