El abrazo de dos océanos

Enrique Aparicio
10 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

La fascinante aventura del descubrimiento del mal llamado cabo de Hornos se inicia hace unos 400 años. Nos hallamos viendo el zarpe en 1615 de los navíos Eendracht, de 360 toneladas, y Hoorn, de 110 toneladas, desde el pequeño puerto holandés de Hoorn. Como caballos briosos, están listos para emprender la salida, cuando el viento sea favorable, de la que será la carrera en busca del elusivo encuentro de los océanos Atlántico y Pacífico. La tarde está gris, un viento helado, estático, invita a los testigos del zarpe a las tabernas donde el calor de vino caliente con fruta y azúcar ayuda a crear una euforia que convierte a los comensales en aventureros y descubridores de riquezas en lugares exóticos.

“Comandante”, le dijo el contramaestre a Schouten, el capitán de la nave principal, el Eendracht, “ya tenemos viento de barlovento”.

“Leven ancla”, tronó la voz del comandante, “alcen la vela, prepárense, suelten amarras y que Dios nos bendiga”, y se le atravesaron por la mente, con cierto desasosiego, las palabras del griego Séneca que le leyeron en la escuela: “No hay viento favorable para ningún navío que no sabe a dónde va”.

Es importante saber qué hay detrás de la historia y de la otra historia.

Todo comienza con la historia, aquella donde nació la idea de buscar una nueva ruta desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico. Recordemos que este aluvión de nuevos e intrépidos navegantes fue el producto del año 1456, cuando el islam, con su líder Mehmed II, sultán del Imperio Otomano, invade Bizancio, último bastión del Imperio Romano de Oriente. La pérdida de Bizancio cierra las rutas de comercio entre el Mediterráneo y Asia y obliga a los europeos a buscar otras opciones. Una de ellas es la travesía desde el Atlántico para llegar al Pacífico y alcanzar las Molucas y el resto de Asia, con sus lucrativos comercios de especias y de productos exóticos en ese momento, como la seda.

La otra historia se refiere a la Holanda aguerrida y condueña de mares, sobre todo aquellos donde el comercio era el imán de sus navegantes, que no fue ajena a este propósito de conseguir la nueva ruta. Los Países Bajos eran una potencia comercial. Su abanderada fue la primera empresa multinacional que hubo (la VOC, Compañía de las Indias Orientales), con tentáculos en la mayoría de las rutas marítimas asiáticas de comercio conocidas. Una especie de congregación masónica donde los grandes poderes se concentraban para dominar las rutas más productivas de especias como pimienta, clavo, canela y nuez moscada. Era dueña de rutas y marcaba los límites de quienes podían comerciar en ellas. El gobierno también la había autorizado para artillar sus navíos, podía declarar la guerra a otras naciones y así un sinnúmero de instrumentos de poder. Era un gobierno dentro de un gobierno.

Por su lado, Isaac Le Maire, un belga con 22 vástagos, un ser irascible pero un organizador formidable, decidió unir sus fuerzas con el capitán Schouten y buscar una ruta diferente hacia el Oriente a la ya descubierta por ese gran navegante portugués, hijo de nobles y al servicio de la corona española, Fernando de Magallanes, quien logró pasar el estrecho que hoy lleva su nombre y fue el primer navegante en circunnavegar el globo.

En ese momento ya se conocía ese estrecho (ver YouTube), un paso marítimo que, como su nombre lo indica, donde termina comunica ambos océanos, lo mismo que el canal Beagle descubierto por un inglés.

Le Maire y Schouten encontraron otra ruta, otro paso, el más austral, al que llamaron cabo Hoorn en honor al puerto del que zarparon en esta aventura y al nombre de una de sus naves que, poco antes de esta hazaña, había naufragado. Cómo fue que el nombre cambió a cabo de Hornos sigue siendo una incógnita para mí. Seguramente porque suena similar.

Estas rutas de comercio tuvieron una influencia incalculable en el transporte marítimo entre Europa y Asia hasta 1915, fecha en que se terminó la construcción del canal de Panamá que permitió acortar en 12,000 kilómetros el encuentro con el Pacífico.

El YouTube muestra la experiencia que tuvimos con mi compañera en estas latitudes de Tierra del Fuego. Caminamos por una pequeña colina en el cabo de Hornos desde donde se puede ver el abrazo de los dos océanos y la famosa gaviota, signo del final del continente. En el horizonte está la Antártida.

YouTube: https://youtu.be/ocl8zRE-RXg

Que tenga un domingo amable.

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