El caminante

El anhelo de estar loco

Fernando Araújo Vélez
24 de marzo de 2018 - 04:42 a. m.

Enloquecer fue mi ilusión por mucho tiempo. Mi sueño, pero nunca lo conseguí. Mientras iba buscándolo, escribía todas las noches en un cuaderno una frase que Dostoievski, angustiado y endeudado como vivió casi siempre, le envió en una carta a su hermano Miguel: “Tengo un proyecto, volverme loco”. Me imaginaba caminando por una calle vacía y de pronto, en un paso determinado, perder toda la razón, y al paso siguiente, ser un total inconsciente sin rumbo ni pasado ni presente, pero jamás di ese paso. Un día comprendí que la locura no solo tenía que ver con la razón, sino con las emociones y los sentimientos.

Desde las emociones, por los sentimientos, todos coqueteábamos con la locura, comenzando por mí, pero mis sentimientos no alcanzaron a ser tan fuertes como para trastornarme, o eso creía. Con los años, me convencí de que las emociones y los sentimientos eran una dependencia, una debilidad. Los comencé a aniquilar de tanto pensarlos. El poco o el mucho de locura que había logrado se esfumó. Entonces retorné a mi aburrida cordura, a ver el mundo y su gente como eran: reales, herederos, cumplidores, tradicionales, monótonos y cosas así. El partido de mi vida contra la vida iba irremediablemente empatado a ceros.

Yo quería ganarlo, por supuesto, pero quería ganarlo con un gol a lo Maradona. Mi anhelada locura iba a ser ese gol, que me llevaría a la victoria contra la vida, y por lo mismo, a mi venganza contra la humanidad: todos llevamos escondida una venganza contra la humanidad, así no lo queramos admitir. El gol-locura se quedó en deseo, por mucho que lo buscara. Tomé pastillas al azar del dispensario de un médico amigo, pero nada. Me emborraché durante días y semanas: nada. Visité un manicomio con el pretexto de una investigación: tampoco. Peleé contra la ironía de Charly García y su Yo no quiero volverme tan loco: menos. Le aposté al amor casi que a cara y sello: cero. Cero y más ceros.

El partido seguía en ceros, y siguió así aunque algunos muy cuerdos, muy guiados por el deber ser, me tildaran de loco. Siguió así porque yo nunca fui capaz de creerme el cuento de que estaba loco.

 

 

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

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