Publicidad

El aniversario de Béla Bartók

Manuel Drezner
23 de septiembre de 2020 - 03:00 a. m.

En estos días se cumple el septuagésimo quinto aniversario de la muerte, en condiciones precarias, de Béla Bartók, uno de los más grandes compositores del siglo XX. Las biografías dicen que la muerte del músico, en un hospital de Nueva York, se debió a leucemia, pero la verdad es que el ilustre artista, que en esa época estaba pesando poco más de cuarenta kilos, murió físicamente de hambre, ya que sus recursos eran ínfimos y su orgullo era tal que le impedía recibir lo que él consideraba limosnas. Es extraño porque ya en ese entonces su puesto no solo como uno de los grandes músicos del siglo XX, sino también de toda la historia de la música, estaba asegurado y la admiración por su obra, si bien no lo hacía exactamente popular, era unánime en todos los círculos musicales. De hecho declaraban que él, al lado de Liszt, era uno de los dos grandes músicos que Hungría había dado al mundo. Curiosamente el pueblo donde nació hoy ya no es húngaro sino rumano.

Después de la Primera Guerra Mundial Bartók apoyó y formó parte activa de la revolución húngara de 1919. Pero la composición le atraía como un imán y escribió obras donde se notan las influencias de Stravinsky y de Schönberg. A finales de 1939 la situación en Europa se había puesto muy difícil, en especial para un artista que tenía fama de revolucionario y demócrata. Los nazis lo habían catalogado como autor de lo que ellos llamaban música degenerada y a su vez Bartók había prohibido que su música fuera tocada en Alemania mientras que los nazis estuvieran en el poder. Fue entonces cuando el compositor decidió emigrar a Estados Unidos. Allí por un tiempo vivió decorosamente así no tuviera grandes lujos, ya que rehusaba enfáticamente cualquier ayuda monetaria de sus amigos y admiradores, pues la consideraba caridad.

Conocedores de su orgullo, los admiradores se unieron para encargarle obras. Yehudi Menuhin fue el recipiente de una sonata para violín solo y el director de la Sinfónica de Boston, Sergio Koussevitzky, se inventó un homenaje a su difunta esposa para encargarle la que puede ser una de las culminaciones de la música sinfónica del siglo pasado: el Concierto para orquesta. Cuando murió, su deceso pasó casi en secreto y a su entierro solo acudió una docena de personas.

Eso no ha sido impedimento para que Bartók sea considerado uno de los músicos más importantes de la historia, no solo por la calidad de sus obras, sino también porque estas incluyeron elementos revolucionarios para la evolución del arte. Se trata de un nombre ilustre que figura en sitio de honor entre los grandes músicos de todos los tiempos.

 

Atenas(06773)23 de septiembre de 2020 - 03:10 p. m.
Las trágicas historias de inmensos personajes cuyo glorioso paso por la vida fue cimentado sobre dificultades. Excelente recordación.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar