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El año que no fue

Arturo Guerrero
11 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.

Este año enano, que no se animó a comenzar, merece terminar antes de acabarse. Hoy faltan tres semanas para el año nuevo y el 2020 está prácticamente enterrado. De tanto suspirar por el 21, es decir por la vacuna y el fin del virus, la humanidad está que despacha rapidito este almanaque bisiesto.

Nos dejó con los crespos hechos, aguó las fiestas, las tertulias, los bailoteos, incluso el desinfectado trote a la montaña. Nos alejó de los labios que besan, nos empujó a ser amantes por pantalla, mandó al congelador la sangre caliente que define al colombiano. Fue un lapso al que le quedó grande el nombre brujo de dos veintes repetidos.

Lo peor es el miedo que nos inoculó. Cortamos lazos de amistad y comunicación con los conocidos. Estos fueron degradados al título de espectros enmascarados, pura basura desechable. Fue el año en que vivimos asquientamente. Esto es más que peligrosamente.

Los voladores clandestinos que de lejos tronaron por las ventanas fueron meros desquites de la gente. El Día de las Velitas tenía que festejarse con estallidos para notificar al 2020 que no lo queremos. Esa noche la música gritona de los vecinos no dejó dormir porque incluso el arte necesitaba exorcizar los meses de conciertos proscritos.

Los epidemiólogos se desgañitan advirtiendo que el virus no se ha ido y que hay que continuar precavidos. Estos científicos desdeñan el volcán que sulfura en las cabezas, las hormigas que muerden los músculos de caucho de los niños, el surtidor de hormonas adolescentes sin estrenar.

Va a ser difícil, por eso, dar calma a las afugias brinconas de las calles. La gente quiere ver gente, comer tamales con gente, brindar con doce copas rotas hasta que chorreen los labios. A los muertos hay que sacarlos del pecho para que no se irrite el alma, y los muertos se velan en veinte días y noches que todavía le sobran a este año muerto.

Así como se tacha el numero trece en los ascensores y en el conteo de pisos de los edificios, así habría que rasgar del calendario el malasangre 2020. Tampoco debe considerarse en la cuenta de la edad: si usted cumplió 37 en 2019, cumplirá 38 en 2021. Comuníquese y cúmplase.

Tal vez este sea consuelo de tontos en este año de mal de muchos. Congelar la edad, añadir vigor y suprimir congojas en el reloj de san Pedro, guardián de la duración de cada hombre. Lo que quedó trunco en 2020 frutecerá en el 21, multiplicado por la cantidad de ilusión que cada cual conserve intacta.

Bien ido, año cabalístico y engañero. ¡Quién iba a imaginar que resultarías buche y pluma na’más! ¿En qué banco cobraremos los intereses de las caricias represadas? Porque lo que te robaste cortando abrazos debes compensarlo con justicia retributiva.

Con perfidia aprovechaste la alarma de la pandemia para cosechar masacres, sin que los determinadores se despeinaran. Este es un asco sin cuenta que mantiene al país desayudándose con noticias de líderes y exguerrilleros asesinados en el lapso esterilizante de tus días de diablo.

arturoguerrero@gmail.com

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Eligio(65044)11 de diciembre de 2020 - 02:01 p. m.
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