El arte de tejer

Valentina Coccia
17 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

En la mitología griega, hilo a hilo y dándole vueltas al telar, las moiras tejían el destino de los hombres. Cloto, Láquesis y Átropos eran tres hermanas, diosas del destino. Escribían el hado de cada hombre en su muro de bronce y nadie podía borrar lo que ellas presupuestaban. Las tres hilaban constantemente, pero una de ellas se encargaba de hilvanar con la rueca el momento del nacimiento, la otra medía el largo que debía tener la vida y la última cortaba el hilo al momento de la muerte. Sus designios eran respetados y temidos por todos los dioses del Olimpo: incluso Zeus estaba sometido a su voluntad y providencia. Las moiras otorgaban una determinada cantidad de hilo para que cada mortal hiciera su propio tejido y elaborara su propia obra de vida.

Este hilo le fue concedido a Penélope, en la Odisea, que durante 20 años esperó pacientemente a su viajero extraviado. Bordaba durante el día y durante la noche desbarataba, aprovechando en cada puntada el hilo que le fue concedido, dándole uso inteligente a su tiempo y cultivando la paciencia mientras obtenía el resultado esperado. Nuestra Amaranta Buendía, de Cien años de soledad, también fue una costurera famosa. Un día la muerte la visitó y le pidió que comenzara a tejer su mortaja. Elaborando bellas decoraciones, detalles llenos de preciosismo y hermosos bordados, Amaranta sanó su amargura y se despidió de esta vida con el corazón compuesto.

En todas estas historias el hilo y la aguja empoderan el alma. Son metáforas de cómo construimos nuestra vida: arrancamos con una visión clara de lo que queremos de nuestro tejido, en el camino a veces nos enredamos y tenemos que disolver nudos, cuando miramos nuestra obra a una prudente distancia nos damos cuenta de nuestras puntadas erradas, retrocedemos, corregimos y volvemos a empezar. En todo este proceso nuestras almas se vuelven pacientes, nuestro pensamiento alcanza una elevada consciencia y enfocamos toda la atención en reflexionar sobre nuestros errores, observar nuestras fallas y generar estrategias sobre cómo enmendarlas. El tejido como metáfora de nuestra vida pone en paz el alma y el acto de tejer nos enseña, en realidad, cómo debemos vivir.

En estos tiempos que nos aquejan recomiendo tejer. El arte de tejer se alimenta del tiempo, como nos cuenta la mitología que explica su existencia. El tejido como metáfora nos permite volver a observar nuestra vida y nos permite proyectarnos a futuro. Como Penélope, ejercemos control sobre nuestras puntadas, sobre nuestro tiempo en el mundo. Como Amaranta, creamos belleza para curar nuestra amargura, nuestro dolor, nuestra tristeza. El tejido es al final un texto que cuenta nuestra historia, nuestras desventuras. Las colchas, los telares y prendas cuentan las penas que hemos pasado durante su elaboración y narran el relato de cómo hemos trascendido. Es por eso que tejer es una forma de construir nuestro camino y después de recordarlo, pues dejamos en el telar un vestigio de nuestra existencia y un testigo de nuestros reveses y aprendizajes.

@valentinacocci4, valentinacoccia.elespectador@gmail.com

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