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El beneficio de la duda

Adriana Cooper
10 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.

Flores, cajas, gente que aún no llega, lágrimas inesperadas, algún olvido. Cualquiera que haya realizado un evento sabe que hacerlo implica un poco de sufrimiento. Y sucede principalmente por dos razones: hay que enfrentarse a factores inciertos y es necesario trabajar con personas que tienen creencias distintas y formas diversas de asumir las situaciones o solucionar problemas. Hace unos días, en uno de esos eventos masivos, algo no salió de la forma planeada. Después de lo ocurrido, una de las personas involucradas intentó averiguar las causas, entender qué pasó. En lugar de formular preguntas abiertas sobre lo ocurrido y ofrecer soluciones, hubo conclusiones donde no se tuvo en cuenta esa posibilidad de error que está asociada a cualquier iniciativa humana. Algo similar ocurre a diario en nuestras ciudades, trabajos, casas y espacios más cercanos. Incluso a veces escuchamos un refrán que dice: “Piensa mal y acertarás”.

Si una persona llega tarde a una reunión, algunos asumen que salió tarde o perdió el tiempo previo. Y si la situación ya tiene un prejuicio asociado, puede ser la oportunidad ideal para confirmar esa idea preconcebida. Para algunos puede ser natural que, si en una empresa se pierde algún objeto, los primeros en ser investigados sean las personas de oficios varios o con los salarios más bajos. Si en ese mismo lugar ocurre algún error, puede ser común asumir de entrada que los responsables son los subalternos y no sus jefes o líderes.

Enseñar en nuestras escuelas y colegios este concepto llamado el beneficio de la duda se convierte en una necesidad. Esta forma de pensar, que parece obvia pero no lo es, tiene que ver con la posibilidad de dudar cuando aparece una situación adversa o distinta. Nos permite ver las situaciones humanas con ojos nuevos para entender, en lugar de reaccionar. Se trata de confirmar y revisar antes de lanzar juicios o replicar información que aún no ha sido entendida. También guarda relación con ese pensamiento lento del que habló el premio nobel de Economía Daniel Kahneman.

Aplicar este concepto es más retador después de esta época de pandemia en que muchos hemos trabajado semanas enteras frente a un computador o celular. Cuando le damos clic a un ícono o una aplicación en cualquier dispositivo que funcione bien y esté medianamente actualizado, este reacciona de forma rápida y predecible. Ahora muchos esperan que suceda lo mismo con las personas: que respondan de inmediato, que sean claras y coherentes al primer intento, así como sucede con los aparatos electrónicos. Si no ocurre así, no siempre se asume la opción más benéfica de entrada.

Enseñar a tener en cuenta el beneficio de la duda en nuestros trabajos y relaciones humanas tiene un efecto adicional: genera confianza, un aspecto necesario para vivir mejor, para crear ciencia, para inspirar a otros, para lograr mejores resultados y menos penalidades, para tener una mejor intuición. O como la definió hace unos días Luis Fernando Suárez, secretario de Gobierno de Antioquia: ella, la confianza, “es uno de los capitales más significativos”. Y es posible tenerla cuando le damos al otro el tiempo y la posibilidad de explicar, el beneficio de la duda.

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Periscopio(2346)10 de diciembre de 2020 - 08:28 p. m.
La única posición que los belicosos enemigos de la paz tienen ante "la posibilidad de error asociada a cualquier iniciativa humana" es con metralla o motosierra, porque para los guerreristas la paz y el humanismo son moralmente opuestos al catecismo del "mesías" de Envigado. Son cretinos que se autodenominan"cristianos".
Carlos(77899)11 de diciembre de 2020 - 09:49 p. m.
La columna de Adriana Cooper invita a dominar los prejuicios cuando las cosas no salen como se esperan en un trabajo en equipo. La duda, palabra que adquirió con Descartes cédula de ciudadanía histórica, permite ampliar las motivaciones de las acciones humanas. Un texto equilibrado y motivador. Gracias.
Lorenzo(2045)10 de diciembre de 2020 - 08:28 p. m.
En la emisora Cámara FM 95.9, Medellín -la emisora de los empresarios antioqueños- habló recién un dómine del GEA, un CEO ("chief executive officer") de Argos. Quien lo oyera diría: "Es un pibe Valderrama paisa... todo bien, todo bien: tendremos energía renovable y ecosistemas for ever green". Es el viejo discurso del Poder, hoy maquillado: Shadow of a Doubt, 1943, A. Hitchcock. Bobos, si no!
  • Lorenzo(2045)10 de diciembre de 2020 - 08:36 p. m.
    "capitales más significativos" ¿Qué diría -si pudiese hablar- un perro al que van a castrar por enémisa vez? Columnas como estas necesitan carne (o hueso, dependiendo del quiltro en la antesala del quirófano): ¿Sabes, mi reina mora, en que consistió el Acuerdo 300 (1915) con el que el Concejo de MedalloCity otorgó facultades al alcalde, Aníbal Gaviria, para "hacer y deshacer"? Contraloria, so late
Periscopio(2346)10 de diciembre de 2020 - 08:14 p. m.
Yo antes tenía muchas dudas sobre el futuro de Colombia, pero ahora no sé qué pensar.
Atenas(06773)10 de diciembre de 2020 - 06:41 p. m.
Y de larga experiencia y de extendida bitácora de vida, "a buen callar mandan Sancho". Pocas fórmulas tienen mejor rédito q' aquella q' bien sugiere callar y preguntar primero. Cuántas puertas se abren con el sencillo ¿qué paso? antes de fusilar.
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