El bollo

Alfredo Molano Bravo
17 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.

Se enreda el lío de Nicaragua. Se enreda día a día.

Hasta el gobierno de Uribe, los nicas eran un vecino ignorado y débil. A unos pocos empresarios les interesaba el mercado y llegaron a invertir unos millones en operaciones especulativas. Cuando Correa sacó a los gringos de la base de Manta, Uribe les ofreció no sólo una base sino ocho, quién sabe a cambio de qué. Ortega rompió relaciones con Colombia argumentando que las fuerzas norteamericanas representaban un peligro para los países de la cuenca del Caribe que no le copiaban a EE.UU. Los editorialistas se burlaron de la medida. Pero hace poco Uribe se lamentó de haberle faltado tiempo para declararle la guerra a Chávez; Venezuela era clasificada por los generales colombianos como X2, o sea el segundo enemigo en importancia después de las Farc. Ahora Nicaragua ha reemplazado a Venezuela, que es X3. Y los generales y coroneles se reúnen de tanto en tanto en las salas de simulación a cranearse escenarios de guerra con Nicaragua.

A raíz del fallo de La Haya esas reuniones entre compulsivas y entretenidas se repiten con mayor frecuencia. Lo mismo hacen los generales sandinistas, con la diferencia de que los equipos de simulación son rusos y no gringos. Deben ser ejercicios divertidísimos, como la batalla naval que jugábamos en el colegio en papeles de cuaderno cuadriculado. Los rusos están interesados en vender armas de guerra a los nicas, y los gringos, a Colombia. El tablero del Caribe es complicado porque detrás del movimiento de fichas están China, Venezuela, Irak, España, Inglaterra, en fin, todas las potencias que tienen que ver con el petróleo y con otra posible vía interoceánica, incluida la del Atrato-Truandó. Con esos grandes proyectos puede suceder lo que pasó con la pesca en los 70.000 kilómetros cuadrados que hoy le pertenecen a Nicaragua: los barcos pesqueros sacan ahora zarpe en Bluefields y no en San Andrés. En negocios no hay lealtades. Lo pone en evidencia la relación que Colombia ha tenido con el archipiélago: sólo le interesa como territorio para hacer negocios. O mejor,  para dejar hacer negocios de contrabando “legal” —electrodomésticos y perfumes— y de contrabando ilegal —coca—. La gente de las islas nunca le ha importado al país, la prueba es que ni siquiera en el litigio de La Haya se les tuvo en cuenta. De ahí que los raizales se sientan sacrificados en un eventual y no tan ilusorio enfrentamiento bélico. No son de aquí ni son de allá, como en la canción. Pero una guerra, así fuera una guerrita, tendría como escenario sus islas, cayos e islotes.

A la nueva demanda que Nicaragua prepara sobre la plataforma continental ampliada ante La Haya, suenan en Colombia tambores de guerra y la pieza magistral podría ser la propuesta que un grupo de abogados colombianos le ha presentado al Gobierno como alternativa: apelar a las leyes 10 de 1978 y 47 de 1993, “que ordenan al Gobierno colombiano determinar la jurisdicción marítima del país”. O, en otras palabras, decretar las fronteras marítimas de Colombia al este del meridiano 82: un desconocimiento rampante del fallo de la Corte Penal Internacional y una provocación bélica a Nicaragua, para lo cual nuestros militares se preparan.

Al fin y al cabo, si se llegara a firmar la paz con las Farc, ¿qué otro recurso les quedaría a nuestras Fuerzas Militares para conservar su poder, distinto a que Nicaragua dejara de ser calificada como X2 para volverse un X1?

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