El bombardeo de niños

Humberto de la Calle
10 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Con razón el Centro Democrático, en comunicado leído por su jefe, el doctor Uribe, sostiene que el desgraciado suceso del bombardeo en el que cayeron niños no debe dar lugar a que se diluya la responsabilidad de los reclutadores. Los niños no pueden ser usados como escudos humanos. Eso está claro y, dicho sea de paso, estuvo claro como posición nuestra en La Habana, a pesar de las mentiras flagrantes que ponen a circular.

Pero pese a esa afirmación, hay aspectos que exigen una mayor reflexión.

Es cierto que en estas confrontaciones militares pueden presentarse daños colaterales como el desdichado bombardeo. Pero eso obliga a ser extremadamente celosos en la preparación de un operativo de esa naturaleza. Con mayor razón cuando ya el personero de Puerto Rico había denunciado reclutamiento de menores en la zona. Llega a la memoria la orden en la que el comandante del Ejército pretendía mayores resultados en número de bajas mortales. En uno de sus apartes, no exigía “perfección” al momento de ejecutar ataques letales, incluso si existían preguntas sobre los objetivos que debían ser atacados. Decía el comandante del Ejército que “hay que lanzar operaciones con un 60-70% de credibilidad y exactitud”. No diré que el Gobierno es asesino, pero sí cabe preguntar si la desgracia que sufrieron estos niños y sus padres cabe en ese 40-30% de inexactitud.

Otro aspecto es que, si bien es cierto que nadie está exento de una situación como esa, lo que se espera en democracia es un aviso inmediato de lo ocurrido de manera transparente. No obró así el ministro de Defensa. La reacción del Gobierno y del CD fue a la defensiva. No hubo voces lamentando el hecho de manera suficiente, asumiendo responsabilidad y mostrando mayor empatía con las víctimas.

Un elemento contradictorio es la apelación al derecho internacional humanitario, que es un conjunto de normas que se aplican en caso de conflicto armado interno. Durante todo el gobierno de Santos, el CD y en especial el doctor Uribe negaron la existencia de ese conflicto. Era más fácil decir que en La Habana estábamos negociando con terroristas y que el reconocimiento del conflicto era una concesión inaceptable. Ahora, gobernando, como si se tratara de un caleidoscopio, dan una vuelta de tuerca para buscar apoyo en normas cuya aplicabilidad rechazaron. Pero hay algo todavía más delicado. Alegar la aplicación del DIH a bandas criminales, disidentes por fuera del Acuerdo, genera el contrasentido mayor: no DIH en la confrontación con las Farc, movimiento típicamente guerrillero, y sí DIH frente a bandas sin contenido político alguno.

El encargo de un general activo en el Ministerio de Defensa también es problemático. Las Fuerzas Militares, en democracia, obedecen al poder civil. Y entre nosotros, la fuerza armada no es deliberante. Hay allí una disonancia política, así sea temporal. De hecho, la apelación del militar al lenguaje reservado que utilizó el general Navarro es comprensible. Pero no lo es para el ministro Navarro. Eso hizo parte de ese cuadro desolador de ausencia de reconocimiento de responsabilidad. Ni un solo lamento genuino.

En una cosa sí tiene razón el CD: su queja sobre las noticias falsas. Aplausos. Nada más cierto. Ojalá miren la viga en el ojo propio.

 

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