El calentamiento global sigue y…

Juan Pablo Ruiz Soto
23 de abril de 2019 - 02:51 p. m.

Trump insiste en que el calentamiento global es un cuento chino, en Europa se movilizan jóvenes y viejos protestando por la falta de acción frente al calentamiento global; en Colombia, se desordenan los cultivos y se generan inundaciones. Mientras, el cambio climático (CC) sigue. Sus efectos cada día son mayores y la sociedad empieza a sentirlos. Los ajustes vienen, no sabemos si llegarán tarde, pero, como dicen las abuelas, “más vale tarde que nunca”.

En Estados Unidos, país que impulsó el consumo de energía fósil y es hoy el principal productor mundial de petróleo, la disidencia climática se mueve. Medios masivos de comunicación como The New York Times y The Washington Post frecuentemente publican sobre los efectos crecientes y negativos del CC y grandes empresas se mueven para hacer de la captura de CO2 en el aire una actividad económicamente viable.

China —principal aportante de gases efecto invernadero en el mundo de hoy— es líder en el desarrollo tecnológico de fuentes alternativas renovables de energía y se convierte en el principal productor y consumidor de energías limpias en el mundo (viento y sol). Los chinos compran Volvo en Suecia y se convierten en líderes mundiales en la producción y desarrollo de las baterías para autos eléctricos.

Mientras, los efectos del CC se expanden por todo el mundo, se agrandan los desiertos y en nuestro país aumenta la desertificación en suelos agrícolas. Se extinguen los insectos a nivel planetario y en Colombia ya tenemos alarma por la desaparición de las abejas y otros polinizadores, claves para la producción de comida. Aumenta la temperatura y la acidez de los océanos, se pierden arrecifes coralinos —como en San Andrés y Providencia— y, con ellos, no solo se pierde la belleza de los océanos, también desaparecen fuentes de alimento en la cadena trófica. La frecuencia y la intensidad de los huracanes como también su ubicación están cambiando y tremendos vendavales azotan nuestras costas. Se derriten los polos y se acaban los glaciares en todas partes. En el Himalaya, cuando ascendimos el Everest entre 2001 y 2007, la contracción fue tal que, en tan solo siete años, tuvimos que variar la parte final del camino a la cumbre, pues el glaciar que antes habíamos transitado a 8.000 metros de altura, estaba quebrado y era impracticable. En el Cocuy, en los años 80, había 24 cumbres con glaciar propio. Hoy nueve o diez de ellas ya han perdido el hielo. Según el IDEAM, en 30 años habrán desaparecido nuestros glaciares. Está aumentando la presencia y dispersión de enfermedades —las enfermedades tropicales están subiendo a alturas mayores—, de sequias, inundaciones, grandes incendios, cambios en los sitios donde crecen ciertos cultivos —el café está subiendo su cota y está disminuyendo el área cultivable donde se obtenía calidad óptima— y modificaciones en el ciclo de lluvias disminuyen la producción agropecauria.

Todo lo anterior tiene serias implicaciones sobre nuestras vidas, sobre la economía local y global, sobre las poblaciones y, especialmente, sobre la seguridad alimentaria. Si queremos evitar que el CC nos atropelle, tenemos que tomar medidas: combinar acciones de mitigación y adaptación es tarea urgente y cuesta dinero. El Plan Nacional de Desarrollo debe presupuestarlo.

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