El camino de la emancipación

Valentina Coccia
24 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

En la antigüedad el cuerpo de la mujer ya se consideraba un gran misterio. Cuando la humanidad no tenía acceso a ningún tipo de conocimiento científico, la capacidad de concebir y gestar a un ser vivo era un acto casi mágico; una facultad sorprendente que se asemejaba a la de la tierra, esa tierra que al interior de sus fauces, sin explicación alguna, paría el alimento del que vivían los hombres. Al equiparar el cuerpo de la mujer con la tierra, el hombre llena su magia de dualidad: la tierra nos alimenta, nos da vida, pero esa misma tierra también nos reabsorbe a la hora de morir, utilizando nuestros restos para fertilizar la vida que nos sigue.

Entonces, el cuerpo de la mujer era una entidad fascinante pero también peligrosa: representaba los grandes anhelos de vida del hombre, pero a su vez, contenía el miedo a lo desconocido. Este dualismo entre la vida y la muerte ha provocado siglos y décadas de sumisión: la mejor forma de controlar el poder innato de la mujer es oprimiéndola y domesticando sus asombrosas facultades.

Desafortunadamente, este concepto errado de las facultades femeninas aún sigue otorgándole poder al patriarcado sobre las facultades de nuestro cuerpo y sobre nuestra capacidad de decidir cómo canalizar nuestro poder creativo. En estos días, en la Corte Constitucional se volvió a abrir el debate sobre el aborto y la entidad de Profamilia, pionera en salud sexual y reproductiva, se declaró a favor de su completa despenalización. El debate sobre el aborto en muchos de los países en vías de desarrollo ha sido de los temas más álgidos de superar. Nuestras sociedades excesivamente clericales y moralistas saben que otorgarnos el poder sobre nuestro cuerpo sería devolvernos nuestra potestad milenaria de dar la vida o de reabsorberla.

Para dichas personas que se enquistan en sus puestos de poder queriendo controlarnos utilizando la moral como argumento, les vendría bien repasar la historia de los usos del aborto y su sucesiva prohibición. En la era grecorromana, el aborto no era penalizado. El mismo Aristóteles (cuya obra fue de inspiración para muchos de los padres de la Iglesia Católica) afirmaba que el feto era completamente carente de “alma” hasta los 40 días de su concepción. De hecho, san Agustín de Hipona y santo Tomás de Aquino, dos de los representantes más respetados del cristianismo arcaico, alimentaban esta concepción afirmando que el alma no desciende hasta que el cuerpo no está totalmente formado.

Irónicamente, el adviento del capitalismo y los primeros descubrimientos sobre la genética trazaron el camino hacia la penalización del aborto. Después de la invención del microscopio, en 1869 el papa Pío IX establece que los embriones están ya vivos a las pocas semanas de gestación, pues entonces ya tienen forma de pequeños homúnculos. Este “descubrimiento” se junta con la segunda revolución industrial y el auge del capitalismo, al que le convenía contar con fuerza de trabajo y mano de obra garantizada. Actualmente se considera que el feto cobra vida únicamente cuando se desarrolla su sistema neuronal en meses ya más avanzados del embarazo. Esta visión es más cercana a los postulados aristotélicos, que ya desde entonces concebían la vida desde la formación completa del cuerpo.

A pesar de los avances científicos, hoy en día la domesticación de las mujeres sigue vigente: al entregarnos el poder de decidir sobre nuestras facultades se abriría el camino hacia nuestra completa emancipación. Ante dicho temor, tan arcaico y ancestral, no hay argumento científico que valga. Sin embargo, invito a las mujeres a seguir en la lucha. Recuperar nuestra naturaleza instintiva abriría las puertas de nuestra celda ancestral y nos devolvería la posibilidad de utilizar nuestros poderes a favor de los ciclos naturales de la vida y la muerte.

@valentinacocci4, valentinacoccia.elespectador@gmail.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar