El canto de las moscas

Beatriz Vanegas Athías
17 de julio de 2018 - 02:00 a. m.

Por más de tres años viví acompañada del libro El canto de las moscas (Versión de los acontecimientos) de la poeta colombiana María Mercedes Carranza a quien siempre recordamos en julio, porque un once de este mes del año 2003 decidió irse de la vida. Digo viví con este poemario porque entendí a través de él, el funcionamiento de  la más reciente versión de la violencia colombiana gestada entre el Estado, sus aliados inmediatos (paramilitares) y la guerrilla (gran parte de ella hoy desmovilizada). Entonces terminé escribiendo mi tesis de Maestría sobre El canto de las Moscas y supe desde el 2004, entre muchas otras cosas, la hidra de Lerma que ha sido Álvaro Uribe Vélez para el país; confirmé que ha sido la poesía quien se ha encargado de contar la historia patria sin falacias; que son los asesinatos de campesinos, las masacres y los desplazamientos (verdaderas expropiaciones) quiénes muestran a la Colombia citadina y acomodada en sus vergonzantes privilegios, la geografía rural que desconocen por omisión o porque se han educado dentro de  las cápsulas herméticas de la prensa servil.

El poemario El Canto de las Moscas (Versión de los acontecimientos) fue publicado por vez primera en el número CL de la revista de poesía colombiana Golpe de dados, dedicada íntegramente a la obra de la poeta. La revista celebraba 25 años de existencia y su director el también poeta, Mario Rivero, presentó a la escritora como: “la más lograda y honda poeta de hoy en Colombia”. En ese momento sólo había escrito 18 de los 24 cantos que finalmente estructuraron el poemario. No aparecían en esa primera edición los Cantos 3, 6, 7, 8, 13 y 22. Es decir, Tamborales, Barrancabermeja, Tierralta, El Doncello, Uribía y Miraflores. Desde su primera edición el poemario fue dedicado a Luis Carlos Galán, el político colombiano asesinado en 1989 en Soacha, Cundinamarca.

Es este quizás el primer libro del canon poético colombiano del siglo XX que configura la violencia perpetrada contra el ser y el medio ambiente por agentes cercanos al Estado. Se trata de mostrar en brevísimos poemas todo el engranaje bélico que expone la degradación del cuerpo como su máximo trofeo: “Toda experiencia de guerra es, sobre todo, experiencia del cuerpo.  En la guerra, son los cuerpos los que infligen la violencia y la violencia se ejerce sobre los cuerpos”. Afirma Audoin-Rouzeau.

Así, El Canto de las Moscas (Versión de los acontecimientos) ofrece un universo discursivo de la barbarie acaecida al cuerpo y al espacio habitado por éste, con peculiares maneras de producir dolor en el contexto del conflicto colombiano. La violencia de la que da cuenta el poemario es una puesta en escena del falso anonimato del verdugo. Todos saben, pero nadie sabe quién es, porque la herida con la cual se mata, desaparece al cuerpo, lo desmiembra. Las armas empleadas –machete, mona, moto sierra, pica- instauran una despersonalización de la víctima-rio y la desaparición total de la víctima. La violencia es ocultada justamente porque no existe herida que sanar. Se trata del ritual mortuorio cuya única evidencia habría de ser el cuerpo, pero el cuerpo está disperso en el río, en la montaña, en la fosa común. Y es ahí cuando también se degrada a la tierra, al hábitat.

Así fue en Necoclí, Mapiripán, Tamborales, Dabeiba, Encimadas, Barrancabermeja, Tierralta, El Doncello, Segovia, Amaime, Vista Hermosa, Pájaro, Uribía, Confines, Caldono, Humadea, Pore, Paujil, Sotavento, Ituango, Taraira, Miraflores, Cumbal, Soacha y cientos de pueblos y caseríos sobre los que se ocultó la masacre.

Creíamos que nos darían tiempo de reponernos, pero no, la ultraderecha retorna en cabeza de Iván Duque (pero con el cerebro de (Álvaro Uribe Vélez) recargada. Y el accionar de sus áulicos esta vez,   es la masacre a cuenta gotas de líderes sociales que senadores y voces del Centro Democrático llaman guerrilleros, como en los tiempos del exterminio de la UP: “Un pájaro / negro husmea / las sobras de / la vida. / Puede ser Dios / o el asesino: da lo mismo ya”. Sentencia María Mercedes Carranza.

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