El caso de Mabel Torres y la preparación de Ganoderma visto por una enferma de cáncer

Columnista invitada
04 de febrero de 2020 - 09:07 p. m.

Marcela Villegas*

Los cuestionamientos hechos en El Espectador por Pablo Correa a Mabel Torres en lo referente al proceso de desarrollo y validación de una bebida a la que Torres le atribuye propiedades benéficas sobre la salud derivaron en un debate muy amplio, que toca muchos asuntos. Como suele suceder en las discusiones, grandes y pequeñas, el diablo está en los detalles, y un énfasis en los detalles equivocados desembocó en una serie de argumentaciones incorrectas que han desviado esta discusión de sus términos iniciales. Y aunque está claro que el debate, como todos los que se dan en una sociedad, está atravesado por creencias y prejuicios, este ha derivado en falsos dilemas, como el de contraponer ciencia y ancestralidad, o falacias como la de que los cuestionamientos dirigidos a Torres responden a que es una mujer afro. 

 Quiero hacer una invitación a retomar la discusión inicial, a enfocar nuestra atención en los detalles relevantes, en los que permiten evaluar la integridad científica y ética del trabajo de la doctora Torres en Ganoderma y su uso con pacientes de cáncer. Aquí voy a ocuparme de la integridad ética. Para un análisis de la integridad científica, recomiendo leer el admirable artículo de Alexandra Olaya, la astrofísica colombiana ganadora de la Medalla Maxwell del Instituto de Física.

Aclaro que mi intento no es neutral; soy una parte profundamente interesada en el problema original. Soy una enferma de cáncer, y creo que este debate trata asuntos que para nosotros son, metáforas aparte, de vida o muerte: el derecho a recibir un trato respetuoso por parte del personal médico y científico y el derecho que tenemos a una información transparente y veraz sobre nuestra condición y los riesgos de los tratamientos que recibimos, para tomar decisiones informadas sobre nuestra enfermedad. Ahora, volvamos a los detalles.

En numerosas instancias públicas en las que Mabel Torres ha hablado del proceso de desarrollo y validación de su bebida funcional, dice que Ganoderma no solo ayuda a combatir la enfermedad (tiene valor terapéutico), sino que no tiene ninguna consecuencia negativa en el cuerpo (no presenta toxicidad para las personas, es seguro de consumir). También, refiere que suministró “con tranquilidad” la preparación a los pacientes porque este hongo se ha consumido durante miles de años como remedio de la medicina tradicional China y los estudios de toxicidad mostraban que era seguro. No es claro si Torres se refiere a estudios de toxicidad hechos por ella (si existen, no los ha hecho disponibles) o por otros investigadores. 

El argumento de que el hongo se ha usado por siglos no resiste el análisis. Lo único que se podría decir tentativamente es que Ganoderma no es letal en las dosis y en las formas en las que se ha consumido históricamente en China. Pero no solo es tóxico lo que provoca la muerte. Muchas veces la toxicidad no se nota sino después de mucho tiempo, porque puede ser acumulativa. Además, Torres refiere que ella creó un compuesto más activo en el organismo que el hongo en su estado natural. Este compuesto no es comparable con el hongo seco y molido, que es lo que tradicionalmente se ha consumido. 

Con respecto a lo que dice Torres de que tiene estudios de toxicidad sobre el hongo (no especifica si realizados por ella u otros investigadores) que muestran que es seguro usarlo, aunque los estudios de toxicidad de Ganoderma en humanos son escasísimos, hay reportes de que causa daño. De los estudios hechos en animales de laboratorio, algunos muestran que Ganoderma puede causar daño genético e, incluso que ciertas especies de Ganoderma ocasionan la muerte cuando se consumen.

Que el Ganoderma puede causar reacciones adversas no es ningún misterio para la ciencia y los médicos. El respetado Sloan Kettering Cancer Center, que reconoce la medicina integrativa (la que une ciencia occidental y conocimiento ancestral), advierte que el Ganoderma puede aumentar el riesgo de hemorragias, hacer menos efectivas algunas drogas de quimioterapia e interactuar negativamente con otros medicamentos. Otra prestigiosa iniciativa de medicina integrativa, la de ASCO (American Society of Clinical Oncology) refiere que pacientes tratados con Ganoderma han presentado náusea, insomnio y toxicidad hepática.

Si yo, que no sé casi nada del tema y no tengo acceso a bases de datos especializadas, pude encontrar en una simple búsqueda en Google Scholar esta información sobre Ganoderma y su toxicidad, efectos adversos y contraindicaciones1, Torres, que lleva años dedicada al estudio de este hongo, por fuerza ha de conocerla. Y eligió pasar por alto las evidencias de riesgo (grandes o pequeñas, a ella no le correspondía decidir), no informó a los pacientes de que el Ganoderma podía afectar aún más su salud y les suministró la preparación. Esto es una falta de respeto y una violación del derecho a la información veraz de esos pacientes. 

El relato que hace Torres de las razones por las que suministró su bebida funcional a pacientes con cáncer ha variado; en algunas ocasiones refirió que lo hizo como una prueba o validación de un producto, y en otras, que lo hizo desde un afán de ayudar a los pacientes. Sin importar cuál fue el intento, Torres ocultó información y abusó de la posición de poder en la que estaba frente a los enfermos gracias a sus conocimientos y su estatus y, después, cuando fue cuestionada sobre su trabajo por el público, mintió en lo referente a los estudios de toxicidad del Ganoderma. Hasta aquí con lo que se refiere a la integridad ética de su trabajo con este hongo.

Sin embargo, los problemas derivados del trabajo de Torres y sus afirmaciones al respecto se extienden a un ámbito más amplio. Por más que intente matizar su mensaje inicial de que con una bebida de origen natural sin ningún riesgo para la salud —como “un jugo de mango”—, logró hacer desaparecer un tumor en un paciente de cáncer, este mensaje ya se ha asentado en una parte importante de la sociedad, porque cae en el terreno fértil de la merecida desconfianza hacia el sistema de salud y la industria farmacéutica. Esto no es un mal menor, especialmente en el caso del cáncer, una enfermedad en la que parecen concentrarse todo tipo de ficciones, que van desde disparatadas teorías de conspiración hasta curaciones y alimentos milagrosos. Un sistema de ciencia público vigoroso, como el que pretende promulgar el ministerio que ella preside, debe contribuir a una comprensión por parte de la ciudadanía de los problemas científicos que le atañen directamente. Paradójicamente, su mera permanencia en el cargo invalida el cumplimiento de este objetivo. 

*Agrónoma. Maestría en Estudios ambientales. Maestría en escritura creativa. Autora de  Camposanto (Sílaba Editores, 2018). 

Hago notar que la diferencia entre estos términos es muy importante, y el uso que hace de ellos Torres es consistentemente inadecuado.

 

 

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