El chavismo de las Farc

Luis Carlos Vélez
04 de septiembre de 2017 - 02:30 a. m.

Las Farc están violando los acuerdos. Según lo establecido, el ingreso de sus miembros a la vida política debe darse tras su sometimiento a la JEP. Es decir, su paso a las tarimas, discursos y lanzamiento de partido político deben ser una conclusión, no parte del proceso.

La semana pasada vimos cómo flagrantemente las Farc se pasaron por la faja lo acordado y se hicieron a los micrófonos en la Plaza de Bolívar para provocar nuevamente a una nación que mayoritariamente las rechaza y traicionar a un gobierno que contra viento y marea ha tratado de llevar a buen puerto un acuerdo necesario e histórico, pero que también batalla contra la torpeza infinita de su contraparte.

Primero, los genios de las Farc decidieron mantener su nombre. En lugar de hacer una verdadera transición de sus banderas a algo que los alejara de sus masacres, secuestros y negocio del narcotráfico, decidieron mantenerse en las mismas iniciales para establecerse como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Segundo, en una apología clara al socialismo y de admiración al sanguinario y dictatorial PSUV de Venezuela, presentaron un logo que tiene como protagonista la famosa estrella roja de cinco puntas, símbolo de la lucha internacional del proletariado para la implantación del socialismo. Qué belleza.

Las Farc dejaron claro nuevamente que su objetivo es llegar al poder. En su presentación advirtieron: “Nuestra estrategia política tiene como sustento y referente nuestra aspiración de contribuir a conformar un nuevo poder político y social, de transformación y superación del orden social existente”. Así las cosas, ya se le vieron las orejas al burro político de las Farc y éste es igualito y sin vergüenza al modelo chavista asesino y dictatorial que se niega a morir del otro lado de la frontera.

Entonces, ¿por qué hay gente que empieza a mostrar su apoyo a este grupo y a otros modelos similares, como el que presenta Gustavo Petro? Porque su arma es la de apelar a la división de clases, el resentimiento y, en gran parte, a los románticos que se dejan seducir por el esnobismo revolucionario, algo que en caldos de cultivo sociales como el nuestro, siempre encuentra tierra fértil.

En su discurso, Iván Márquez dijo: “Queremos que cuando vean una rosa roja vean a las Farc. Una rosa es hermosa, significa amor, amistad, corazón abierto, brazos abiertos para acoger a todo el mundo, y queremos que a este nuevo partido se vinculen de una u otra manera todos los colombianos que quieran cambio”. Frase que parece sacada de un capítulo del libreto de la política del amor del exalcalde de Bogotá.

Bienvenidos, señores de las Farc, a la política, palestra donde, por lo menos en el papel, se debe enfrentar, entre otras, a la prensa y sus cuestionamientos, con argumentos y no bala, como en el pasado. Eso por lo menos es un avance. Pero se les recuerda que deben cumplir primero con los acuerdos, de lo contrario seguirán siendo guerrilla, algo que evidentemente ustedes son los primeros interesados en no dejarnos olvidar.

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