El coco te llevará

Aura Lucía Mera
14 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

“He aquí un gran invento: la cuna-ataúd para niños desnutridos. A medida que la meces, el crío, en vez de dormirse, se muere. La desnutrición, como casi todo en la existencia, se puede contemplar a la luz de las teorías o de las emociones. Teóricamente hablando, el síndrome que presentan estas criaturas se debe a la escasez de calorías que corren por sus cuerpos. Podemos afirmar que ingieren pocas proteínas y pocos hidratos de carbono, por lo que padecen también un déficit de hierro, vitaminas, yodo, etcétera. De ahí su postración (no es que estén echándose la siesta). Allá donde reina la pobreza, la desnutrición empieza en el espermatozoide, que llega a destino agotado, como si hubiera subido siete pisos sin detenerse a respirar. Pero tampoco el óvulo, si tenemos en cuenta el hambre de la portadora, lo recibe en buenas condiciones. Significa que el encuentro, más que sumar, resta”.

“Y no será porque en el mundo no haya calorías. Está lleno de ellas, pero se encuentran mal repartidas. Hay acaparadores de calorías como hay acumuladores de chatarra. Cuando el presidente de un banco se jubila, le dan calorías para seis o siete generaciones. Y quien dice el presidente de un banco dice el de una hidroeléctrica o el de una gasística, no sé. Tendrían que vivir mil vidas para consumirlas. Otros, en cambio, han de conformarse con las que les proporciona la ingestión de un escarabajo o una mosca flaca atrapada al vuelo. Esto último es teoría económica. Y nos hemos quedado sin espacio para hablar de las emociones. Muérete, niño, muérete ya, que si no el coco te llevará”. Juan José Millás.

Sin palabras. Este magistral artículo de Millás, uno de los escritores españoles más importantes —sus obras están traducidas a más de 20 idiomas—, describe con una crudeza tajante la tragedia de la niñez desnutrida, que en una sociedad tan inequitativa como la nuestra es el pan de cada día, ante la pasmosa indiferencia de la clase dirigente.

Esta dantesca situación se multiplicó con la migración de miles y miles de venezolanos que llegan diariamente con sus niños desnutridos. En Maicao no dan abasto las carpas ni las ayudas. Los niños son apátridas. El Gobierno central no tiene el suficiente presupuesto para poder solucionar esta situación, el ICBF hace lo que puede y los hospitales están colapsados…

Y si añadimos la hambruna de cientos de miles de niños colombianos de La Guajira, Tumaco, el Chocó, Buenaventura y los campesinos de veredas que ni figuran en el mapa, el panorama es desolador. Mientras gerentes, empresarios, banqueros, políticos, narcotraficantes y contrabandistas tienen calorías para varios siglos, miran indiferentes la miseria de estas criaturas cuyo destino, como dice Millás, es la muerte o el coco que se los llevará.

Posdata. ¿Podremos algún día vivir en paz, en un país donde todos merezcamos la justicia de un almuerzo?

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