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El compromiso de los verdes

Roberto Arenas Bonilla
20 de junio de 2010 - 01:47 a. m.

EL ANUNCIO DE LOS EX ALCALDES Antanas Mockus, Enrique Peñalosa, Luis Eduardo Garzón y Sergio Fajardo de crear un partido político que ejerza la política respetando plenamente la Constitución y las leyes y, como tiene que ser, puesto al servicio exclusivo de la nación y del bienestar de su gente, despertó un gran entusiasmo en los colombianos ansiosos de que la política se lleve a cabo en los términos por ellos expresados. Sin embargo, los resultados de las elecciones de la primera vuelta fueron ampliamente favorables al candidato continuista Juan Manuel Santos.

Independientemente de los resultados, necesitamos partidos que rechacen las prácticas del clientelismo y expulsen de sus colectividades a quienes las realizan.

 ¿Podemos acaso olvidar que esa práctica política tiene mucho que ver con los más serios problemas que afronta el país? ¿No fue acaso el clientelismo culpable en gran parte del establecimiento y desarrollo del narcotráfico, el problema más destructivo que haya padecido Colombia en los últimos 50 años?  ¿Y qué tal la participación del clientelismo en la sustracción de cuantiosos dineros públicos destinados a la salud y a las obras públicas? ¿Y qué decir de su participación en los negociados de las regalías que las regiones perciben por  explotar  recursos naturales? ¿No tendrán  estas prácticas que ver con la pobreza y la miseria de nuestro pueblo?

No todos los miembros de los partidos hacen parte del clientelismo ni lo comparten. Por el contrario, son muchos los que actúan correctamente y en función de los intereses de la nación, pero es asimismo cierto que hasta el momento no se ha podido detener ese destructivo comportamiento. Y no es que no se haya intentado. En el Partido Liberal, lo intentamos infructuosamente. La Democratización Liberal, fundada por los ex presidentes Lleras Restrepo y Darío Echandía, tenía como uno de sus objetivos fundamentales detener y erradicar del liberalismo esas prácticas, que ya se observaban de parte de algunos miembros de la colectividad. Sin embargo, por razones que no es del caso analizar, no se logró.

Infortunadamente, en Colombia, de tiempo atrás, se observa cómo el comportamiento indebido de miembros de los partidos políticos ha perjudicado gravemente no sólo a los propios partidos, sino al buen funcionamiento institucional del Estado. Ello explica por qué la opinión ciudadana señala con el mayor rechazo y la menor credibilidad a la política y a los políticos.

La democracia colombiana necesita partidos políticos sólidos y bien organizados, cuyos miembros actúen con responsabilidad y transparencia, y no se dediquen a conseguir el poder para satisfacer ambiciones burocráticas y presupuestales.

Conviene, entonces, que el Partido Verde siga en la política colombiana, siempre y cuando lo haga dentro de la Constitución y las leyes, comprometido a luchar por la erradicación del clientelismo y, en general, contra la corrupción, hoy tan extendida en gran parte de las actividades nacionales.

Así como considero que el Partido Verde debe continuar con su trabajo político, me gustaría ver un Partido Liberal como el de las décadas de los treinta y los cuarenta del siglo pasado, cuando sacó al país del feudalismo y abrió el camino a la modernización y a las reivindicaciones sociales de la población.

Soy un idealista, creyente en las ideas y principios del liberalismo, que piensa que ha fallado la organización política, y no sus ideales, que siguen siendo vigentes.

Ojalá los hechos cambien en un corto plazo para bien, no sólo de la política, sino de la nación colombiana y de sus pobladores.

 

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