El coraje para ser mariposa

Catalina Ruiz-Navarro
07 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

“En un mundo de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser mariposa”. Esta es una de las frases más recordadas de la activista travesti argentina Lohana Berkins, quien falleció hace tres años un 5 de febrero. Berkins fundó en 1994 la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT) y fue impulsora de la Ley 3063 sobre la identidad de travestis y transexuales. En 2002 logró ser aceptada como maestra en la Escuela Normal N.° 3, tuvo que radicar una denuncia para que la dejaran postularse con su nombre y para que su identidad fuera reconocida. En 2001 fue candidata a diputada nacional y en 2010 hizo parte del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, que fue aprobada por el Parlamento argentino en 2012. Murió de cáncer en 2016, unos meses después de que la también activista travesti Diana Sacayán fuera asesinada brutalmente, dando origen al primer fallo por travesticidio de la región. Con la muerte de Sacayán y Berkins, Argentina perdió a dos de sus activistas feministas más valiosas, pero el trabajo de ambas ha tenido repercusiones en toda Latinoamérica.

En su artículo “Un itinerario político del travestismo”, Berkins dice: “Somos traidoras del patriarcado y muchas veces pagamos esto con nuestra vida”. Las personas trans en Latinoamérica tienen un promedio de vida de 35 años, y con frecuencia su muerte se debe a violentos crímenes de odio. Son crímenes de odio, porque el patriarcado castiga a todos los cuerpos que no se someten a la heteronorma, mientras más rebeldes sean esos cuerpo,s más crudamente son castigados. Berkins continúa: “El patriarcado nos castiga por ‘renegar’ de los privilegios de la dominación que nos adjudican los genitales con los cuales nacemos. Las mujeres se sienten muchas veces con un sentimiento de invasión, de usurpación de la identidad. Por el otro lado, sufrimos la violencia institucional, aplicada en aras de salvaguardar la moral, las buenas costumbres, la familia, la religión. Esta violencia es consecuencia de otra, la social, y nos es aplicada por atrevernos a desafiar el mandato social de lo que tenemos que ser y hacer. A diferencia de gais y lesbianas, las travestis no tenemos opción en cuanto a nuestra visibilidad. No podemos elegir no decir a nuestras familias qué somos o queremos ser, no podemos elegir cuándo salir del clóset”.

Cuando Simone de Beauvoir dice que uno no nace mujer, sino que llega a serlo, lo que está señalando es que nuestro género es algo que se enseña y aprende. Luego Judith Butler diría que el género es una performance; es decir, algo que se construye por medio de la repetición y vivencia diaria de una serie de comportamientos y acciones que se repiten en el cotidiano. Estos argumentos del feminismo apuntan a desmontar una idea que nos tiene jodidas: la del esencialismo biológico, el cual postula que nuestra biología nos hace radicalmente diferentes entre hombres y mujeres, tan diferentes que debemos hacer oficios diferentes, asumir roles diferentes y hasta tener diferencias biológicamente justificadas para nuestro acceso a los derechos. Las feministas sabemos lo peligroso que es cualquier postulado que implique una diferencia biológica insalvable, pues esa diferencia se ha usado para explotar y violentar a las mujeres cisgénero y a todas las identidades que no quepan en la heteronorma. Por eso, la lucha de las mujeres trans es piedra angular de la defensa de los derechos de todas las mujeres. Las personas trans son, además, las que ponen el cuerpo, las que primero y más cruelmente padecen la violencia del patriarcado, y por eso las mujeres cisgénero no solo tenemos la responsabilidad ética de ser aliadas, también debemos estar agradecidas.

@Catalinapordios

 

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