Publicidad
Lee este contenido exclusivo para suscriptores

El corcho y la gramática

Julio César Londoño
28 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.

En 1869, a sus 25 años, Rufino José Cuervo tenía una pasión, la lengua castellana; un vicio, los diccionarios, y un negocio, la Cervecería Cuervo.

Mantenía una estrecha amistad con Ezequiel Uricoechea, un aventurero bogotano experto en árabe y lenguas indígenas, amén de médico, antropólogo, arqueólogo, autor de un tratado sobre pintura colonial y catedrático de varias universidades europeas. Cuervo le mandaba oro y joyas, y Uricoechea le enviaba a vuelta de correo novedades lingüísticas de las librerías europeas y toneladas de corcho para las tapas de la cervecería en Bogotá.

Cuervo le dedicó su vida a una obra inútil y monumental, el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana. Para que nos hagamos a una idea del tamaño del asunto, recordemos que le dedicó al Diccionario 40 años, que murió cuando había hecho un tercio del trabajo y que para concluir la tarea fue necesario que un colectivo de filólogos trabajara otros 40 años.

En las 9.568 páginas de los ocho volúmenes del Diccionario sólo hay unas 9.000 entradas, en su mayoría verbos, la categoría más importante y “accidentada” de la morfología castellana. No es un diccionario “completísimo”. Escasean los sustantivos. En cambio la preposición “de” se estudia a lo largo de 40 páginas; el verbo “haber” ocupa 17 páginas; “ser”, 18 y “estar”, 36.

La palabra “régimen” aludía a esa parte de la sintaxis que se ocupa de sutilezas de la lengua, como decidir qué partícula pide un verbo (¿debemos decir dudar de o dudar que?), o cómo cambia una preposición el significado de un verbo: la expresión “no se compadece de” alude, obviamente, a un acto de impiedad; “no se compadece con” señala una incongruencia: “Sus calificaciones no se compadecen con su inteligencia”. “A quien tanto quería” es un lugar común, pero hay que ser Miguel Hernández para inventar algo como: “Con quien tanto quería”.

Leyendo el prólogo del Diccionario, sus notas a la Gramática de Bello o las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, echa uno de menos la presencia de un pasaje de alto vuelo, una reflexión general sobre el lenguaje o el castellano, un respiro poético en medio de tanto ablativo y acusativo, de tanta cita y tanto rigor, pero nada; ni siquiera en El castellano en América, que es prosa corrida y no texto gramatical, abandona Cuervo su tono profesoral, sus minucias gramaticales, su exceso de ejemplos, la lupa filológica. Quizá fue más estudioso que sensible, un incansable compilador. “Notario de la lengua, antes que juez”, como a él mismo le gustaba llamarse. Sí, notario, no ensayista ni filósofo ni poeta; sólo un desvelado guardián de las palabras y un amante rendido del castellano.

Cuervo es tan desalado como Fernando Vallejo, que también deja una obra inútil y monumental, Logoi, una preceptiva escrita en las cinco lenguas que le son íntimas y que resulta cinco veces ilegible (también son farragosas sus biografías “críticas” de Silva y Barba Jacob, libros donde amontonó información que nunca cribó). Y ambos resultan, como lingüistas, muy inferiores a Andrés Bello, el venezolano que nos dejó una nomenclatura clara de los tiempos verbales y que supo reflexionar sobre el castellano con agudeza y sensibilidad.

El exceso de trabajo arruinó la salud de Cuervo. El primer semestre de 1911 tuvo que trabajar en la cama de su austero apartamento de París, donde residía desde 1882. Aprovechando una mejoría repentina, el 17 de julio adornó su habitación con cirios y flores, se vistió con esmero, se recostó y expiró como cualquier matrona clarividente.

Respetando su voluntad, fue enterrado sin discursos en el cementerio de Père Lachaise.

 

HERNANDO(11264)29 de noviembre de 2020 - 02:51 a. m.
Es la primera columna que me parece un tanto farragosa
IVAN(96847)28 de noviembre de 2020 - 11:18 p. m.
Para los que duden a la hora de usar el verbo dudar, nada mejor que remitirse a la fuente en vez de perderse en elucubraciones retóricas: rae.es/dpd/dudar
Julio Roberto(23169)28 de noviembre de 2020 - 08:51 p. m.
He leído casi toda la obra de Vallejo; su prosa me conmueve hasta el tuétano: es musical sin ser empalagosa. El Mensajero no sólo es una investigación rigurosa y exhaustiva sino, a mi modo de ver, una de sus más bellas obras. Vallejo hace tan vívido al poeta -su álter ego- que a uno le parece que en cualquier momento entrará por la puerta. El Cuervo Blanco es otra obra excelsa. Entre gustos...
  • Julio(16529)29 de noviembre de 2020 - 02:27 p. m.
    Es probable que yo esté equivocado, Julio Roberto. Me pasa cada rato.
Sebastián(54861)28 de noviembre de 2020 - 05:40 p. m.
[4 de 4] ‘Excelsior Ale’, ‘Pale Ale’, ‘Porter’, en cambio nombres castizos. // 3. Fue inexacto al indicar «murió cuando había hecho un tercio del trabajo», conque Rufino José alcanzó a terminar los dos primeros tomos del Diccionario, que completó y publicó el Instituto Caro y Cuervo en ocho tomos, por lo que Rufino José escribió una cuarta parte de la obra. // Sebastián Felipe
  • Julio(16529)28 de noviembre de 2020 - 07:07 p. m.
    Cuervo llegó hasta la E,y los dos tomos que publicó contienen unas 3200 págs. de las casi 9.600 que contiene todo el Diccionario. Es decir, escribió 1/4 de los tomos o 1/3 del total de la obra.En suma, ambos tenemos razón, querido Felipe.La diferencia entre tus cuentas y las mías estriba en que la E es la letra más frecuente del alfabeto y en que el tomo 2 (C, D, E) es el más gordo del Diccionario
  • -(-)28 de noviembre de 2020 - 06:56 p. m.
    Este comentario fue borrado.
  • Sebastián(54861)28 de noviembre de 2020 - 05:43 p. m.
    Lamento que el nuevo formato de los foros de El Espectador solamente permita opinar en 400 caracteres máximo (con espacios), lo que fragmenta algunas opiniones; antes eran hasta 1.500.
Sebastián(54861)28 de noviembre de 2020 - 05:39 p. m.
[3 de 4] dijo con acierto y dejo de ironía que la lógica aristotélica servía solamente para polemizar (disputa verbal), no para la ciencia. // 2. Rufino José fue incoherente con su dedicación al estudio del español, principalmente de su léxico, y el uso de nombres ingleses para las clases de cervezas que producía con su hermano Ángel María en la Cervecería Cuervo, como ‘Bitter Ale’,
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar