Columnista invitado

El coronabogado

Columnista invitado
05 de mayo de 2020 - 04:25 a. m.

Germán Axel Navas*

Cuando en la carrera de derecho se está próximo a iniciar el consultorio jurídico, los estudiantes suelen cuestionar la obligación que tienen de defender personas vinculadas a procesos penales, en los que todo hace presumir que son responsables, pues consideran que es una carga que atenta contra sus principios. Ante esto, la acertada respuesta de los profesores es que en esos casos, más que al individuo, lo que tienen que defender es al derecho, de tal forma que su actividad debe dirigirse a que al sindicado, resulte o no condenado, se le respeten todas sus garantías. Lo anterior, además de ser absolutamente lógico, resulta tranquilizador para la conciencia y refuerza la comprensión de que todas las personas tienen derecho a la defensa y al debido proceso.
Por eso, porque todo el mundo tiene esos derechos, hay que pensar que hasta el enemigo común de esta época, el coronavirus, cuenta con ellos. Y, ¿cómo sería eso? Muy seguramente él diría que no pidió nacer y que incluso su filiación no es clara, pues la paternidad se la achacan a un murciélago, o tal vez a un pangolín, e inclusive a algo más aberrante, a un científico, que puede ser gringo o chino. Agregaría que su infancia no fue fácil, a pesar de que por su nombre le suelen endilgar que nació con corona, como si se pudiera decir que todas las Virginias son feas o que todos los Lucianos sufren de hemorroides. Relataría que en la adolescencia la cosa tampoco fue sencilla, ya que fue víctima de un acné severo del cual aún mantiene marcas que lo hacen fácilmente reconocible y que lo alejaron de la vida social, con el agravante de que se puso a usar un jabón antibacterial que casi lo mata, pues nadie le dijo que era alérgico al mismo. Respecto de la maldad que le achacan, diría que en realidad no ha hecho nada, que simplemente ha estado ahí y que han sido los humanos, los que con su indolencia, avaricia y torpeza, han hecho que su existencia se convierta en una tragedia. Enfatizaría en que es paradójico que la supuesta especie superior, que es la que lo juzga como si ellos nunca hubieran cometido genocidios y matanzas abominables, pretenda condenarlo, cuando la mayoría de sus males son producto de los gobernantes que ellos mismos eligieron, que son unos verdaderos primates, para quienes la fuerza es su herramienta de convicción y la codicia su motivación, queriendo arreglar todo a las “trumpadas”.
Finalmente, en los alegatos diría que no se desgasten tratando de eliminarlo, pues a una pequeña amiga suya, la caspa, llevan siglos atacándola con champú y no han podido.
P.D. En recuerdo de Marcos Mundstock (Les Luthiers), quien sí hubiera acabado con el coronavirus, matándolo de la risa.

*Magistrado auxiliar del Consejo de la Judicatura

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