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El cortejo de los más antiguos

Arturo Guerrero
12 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.

Ahí van los indígenas cargando sus animales. Los niños huyen de la muerte, se cuelgan de la frente hacia la espalda el poco peso de unos pollos nerviosos. Las gallinas son el equipaje preferido tal vez por demasiado cercanas, son parentela. Los emberas saben que estas aves y demás especies selváticas son comida viva y portátil. Es imposible trastear las siembras.

Las mujeres no pierden nunca sus colores de chaquiras, los bordados primorosos, los signos negros y rojos con que tallan sus caras. Adosado a sus cuerpos, en hamaca breve, va al hijo menor que duerme la persecución. Atraviesan caminos sin rutas, multitud de árboles que si pudieran también correrían a buscar amparo.

No se identifican fácilmente las familias. Doscientos, trescientos, son una misma progenie, un tropel perseguido desde hace siglos. Buscan el río, la vía que descongestiona la selva chocoana gobernada por Antioquia. Gobernada es un decir, estos peregrinos se mandan solos desde antes de que los colombianos se expandieran hasta llamarlos indios.

Su patria es la comunidad. Al llegar a las ciudades a sobreaguar en las esquinas, de noche duermen en el descampado donde tiembla el resto de la tribu. Una madre con cuatro o cinco niños ofrece los colores, los muchos colores, en forma de collares, manillas, aretes.

Antes tienen que salvar al muchacho cuyo muñón desgajado espanta en redes sociales. Se lo comió una mina implantada por los mismos que los ahuyentan. Él baja a tumbos en brazos de los más fuertes, nadie sabe por qué no grita ni gesticula de dolor. Un pie es muy poco, comparado con los tajos propinados a su estirpe a lo largo de la historia.

Una lancha es improvisada como camilla donde tienden al herido. Bogará por aguas que esquivan cuerpos coronados de chulos, hasta el primer caserío blanco en que alguien suture el sufrimiento. De ahí en adelante, el joven llevará bastón. En algunos meses regresará a la chagra y desempeñará oficios que necesiten más brazos que piernas.

¿Qué pasa con la muchedumbre que marcha atravesando aquella trocha por donde se fuga la tranquilidad, el porvenir, el derecho de ser alguien bajo la arboleda sembrada por los ancestros? Sonará en los medios algunos días, los necesarios para que las noticias cambien de tema ante el siguiente escándalo. Después vendrá el ostracismo, en un país donde se saben estorbo.

A lo sumo un funcionario, algún gerente de etnocidios, perorará por radio y televisión sobre las cifras fantásticas de los últimos dos años y medio de presidencia inmarcesible. Tal vez anunciará la creación de la correspondiente subgerencia de etnocidios para darle puesto a la prima del ministro, graduada en patafísica de vientos y tormentas.

Los indios desaparecerán del mapa hasta cuando estorben en los parques y calles de la urbe. Los regresarán en buses escalera al sitio de origen, hambreados, las gallinas sancochadas, los pollitos dicen pío pío pío, los perros siempre al lado. El muchacho cojo mascará su destino agrio. Los sembradores de minas armarán la próxima carga.

arturoguerreror@gmail.com

 

Alberto(3788)13 de marzo de 2021 - 01:20 a. m.
Muy buena.
Artemio Cruz(47823)12 de marzo de 2021 - 04:25 p. m.
Homme Arturo, si no fuera por Antioquia el Choco estaría viviendo en el principio de los tiempos. A veces me pregunto: si el Presidente de Colombia hubiera sido antioqueño en aquel aciago 1903 en vez de un señorito bogotano, un tal Marroquín, Panamá y el canal serian colombianos aun.
Luis(56775)12 de marzo de 2021 - 04:22 p. m.
Ahi esta pintado el baboso atenas, trata de ser grandilocuente para ser grandi-idiota y absolutamente fatuo e intrascendente. Que tristeza.
Luis(56775)12 de marzo de 2021 - 04:24 p. m.
De acuerdo con usted apreciado columnista, da tristeza la ausencia de empatía con los que son diferentes, por etnia, religión, raza por lo que sea. Gracias por poner a pensar
Atenas(06773)12 de marzo de 2021 - 03:35 p. m.
Ayudémosle con un comentario a esta Arconte de fenecido estilo, así, grandilocuente e intrascendente. Y de sesgo pestilente. Por eso se les va la gente, nadie los lee.
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