El costo oculto de la ética

Felipe Jánica
14 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

Mucho se ha hablado de la ética y de sus consecuencias. Desde los casos más aberrantes de corrupción hasta las indecisiones o las dudas por hacer lo correcto. Lo cierto del caso es que juzgar es muy fácil, tomar decisiones en la que estamos embebidos todo el tiempo y que éstas sean las correctas es el gran desafío por el que pasamos todos los días. La invitación es a visitar y revisitar nuestras propias decisiones antes de lanzar juicios de valor y jugar el papel de fiscales de los casos.

Hacer la fila, esperar su turno, no buscar amigos o amigos de los amigos para que nos ayude o nos haga un favor que pasaría por encima de quienes están esperando su turno, es parte de lo simple y cotidiano de la ética. Ejemplos tan sencillos y que hacen parte de nuestro comportamiento tienen consecuencias importantes en una sociedad ávida por hacer las cosas correctamente. Es que la ética comienza por hacer lo correcto. El costo de no hacer lo correcto conlleva a consecuencias desastrosas. Lo más curioso que es que hay costos ocultos en ello. El principal costo oculto es el robo de energía y de tiempo en los seres humanos. Para explicarlo mejor basta con revisar cuánto tiempo se invierte por parte de los contratistas del Estado en revisar las maniobras necesarias para buscar la rentabilidad de un proyecto. Todo esto por cuenta de las coimas directas o indirectas que han de pagar para ganarse un contrato. Por otro lado, los empresarios y emprendedores que buscan incansablemente la mejor manera de pagar menos impuestos.

Hace un tiempo en una clase doctoral que recibía en Maastricht, Holanda, el profesor de entonces indicaba que los ciudadanos holandeses estaban tranquilos con los elevados impuestos que pagaban. Seguía afirmando aquel profesor que había tranquilidad porque de no haberla se perdía ese foco en la productividad por parte de los empresarios. Ese es el punto es el que quiero destacar. En Colombia y en Latinoamérica es más el tiempo que se invierte en buscarle “la comba al palo” que a focalizarse en los negocios y la productividad. Estar pensando en cómo hago mi contrato más rentable y cómo hago para pagar menos impuestos, le arrebata de manera certera el tiempo que debería invertirse en buscar ser más visible y relevante en el mercado.

Enfocarse en lo que está bajo nuestro control ayuda a combatir la perdida de energía en las críticas y en los juicios de valor por ejemplo. Focalizar nuestros esfuerzos por hacer productos o servicios éticos es lo verdaderamente importante. Tener claro que en toda la cadena productiva del producto o servicio hay situaciones que conlleva a hacer lo correcto es nuestro deber. Pensar que el vecino o la competencia no lo hacen es caer en las discusiones estériles y que nos roban tiempo y energía. Estoy convencido que, si se opta por hacer lo correcto, las consecuencias de ellos serán más que positivas. Lo bueno y lo malo se pega. Yo opto más bien por lo bueno, así sea que en el corto plazo los resultados no se vean. Lo importante es que debemos combatir se mal endémico del corto placismo.

Ahora bien, para quienes están pensando que está bien ser ético pero si ser pillo paga como está pasando con sonados casos en la actualidad nacional, el mensaje es que no habrá mejor juez para ellos que la sociedad. La voz del pueblo es la voz de Dios, por eso es importante que la sociedad se indigne y vete a los amigos de lo incorrecto. Seguir adulando a líderes negativos y seguir brindándoles pleitesía porque tienen el poder momentáneo es caer en el juego de lo incorrecto. Tampoco debemos caer en hacer lo incorrecto por que el vecino o la competencia lo hace. Ya habrá tiempo para ver los resultados. Bien dice el dicho que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

En Twitter @JnicaV

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