El curita politiquero

Entre los muchos exabruptos que hemos visto, leído y escuchado en esta campaña, que ojalá finalice este domingo, creo que la arenga más atrevida e irrespetuosa la perpetró el párroco de la Medalla Milagrosa, parroquia del jarillón de Floralia, en la ciudad de Cali.

Allí, y ante un grupo de seguidores del candidato Petro, se despachó instando a votar por quien él considera la mejor opción para la Presidencia de la República. A pesar de que a los curas no les queda bien meterse en política y, de hecho, creo que hasta se los tienen prohibido, se ha vuelto de común usanza en nuestra iglesia el que sus sacrosantos representantes hagan caso omiso de las directrices que les han impuesto y han aceptado que se metan a opinar y a recomendar —léase a obligar— que sufraguen por este o por aquel.

Pero es que lo que llamó la atención fue que el curita de marras, en su veintejuliero y arrebatador discurso, dijo que no sólo estaba hablando en nombre de los desprotegidos que van a “desplazar” del jarillón del río Cauca, de los carretilleros y los mototaxistas, sino también en nombre de Dios, lo cual generó cerrados aplausos y ovaciones delirantes.

Semejante falacia debió haber suscitado un fuerte llamado de atención por parte de la Arquidiócesis de Cali, en cabeza de su arzobispo, el intocable Darío de Jesús Monsalve, pero no. Los dos prelados pasaron de agache, tapándose mutuamente. Y es que el máximo jerarca regional del catolicismo en el Valle del Cauca le enciende una vela a Dios y otra al diablo y son archiconocidos sus coqueteos con las Farc y el Eln.

Así, los curitas politiqueros y el arzobispo permisivo han venido haciendo campaña petrista por acción o por omisión con el báculo sagrado, que así como condena y manda al infierno, así también santifica y envía al cielo.