El débil argumento de Trump contra China

Columnista invitado EE
13 de agosto de 2018 - 01:14 p. m.

Por: Yu Yongding*

Nadie gana en una guerra comercial. Aun así, el presidente norteamericano, Donald Trump, parece decidido a entablar una con China, a quien culpa de causar el déficit comercial de Estados Unidos, violar las reglas de la Organización Mundial de Comercio y utilizar prácticas injustas para adquirir tecnología extranjera.

Si bien la mayoría de los economistas se asombran ante la ignorancia de Trump sobre cómo funcionan las balanzas comerciales, en términos generales muchos concuerdan con sus acusaciones respecto de la propiedad intelectual (PI). Pero la evidencia que respalda estos argumentos también es débil, en el mejor de los casos.

La llamada investigación comercial de la Sección 301 lanzada por la administración Trump el año pasado acusó a China de adquirir tecnologías extranjeras utilizando restricciones de licencia discriminatorias, acuerdos de transferencia de tecnología injustos, inversión saliente dirigida, intrusiones no autorizadas en las redes informáticas comerciales de Estados Unidos y robo cibernético de PI. "El peso de la evidencia", concluye el informe, muestra que China utiliza restricciones a la propiedad extranjera para obligar a las empresas norteamericanas a ofrecer sus tecnologías a entidades chinas.

Pero el argumento, claramente, no es tan sólido como lo pinta el informe. Para empezar, como las empresas chinas no están necesitadas de capital --gracias al exceso de ahorros crónico de China--, ganar acceso a las tecnologías extranjeras es su principal motivación para intentar atraer inversión directa del exterior. Según las reglas de la OMC, están en libertad de buscar transferencia de tecnología de sus socios externos sobre una base comercial y voluntaria.

Afortunadamente para China, las empresas extranjeras se han mostrado más que dispuestas a ingresar en su mercado, en particular por el trato preferencial que le brinda a la inversión directa. Por cierto, durante décadas, empresas extranjeras y nacionales por igual han aceptado voluntariamente la estrategia china de "acceso de mercado a cambio de tecnología", que requería que los inversores extranjeros "importaran" tecnología avanzada a cambio de entrar al mercado chino.

Más allá de las desventajas que puedan ver en esta estrategia, la realidad sigue siendo que las empresas extranjeras --entre ellas, compañías de propiedad ciento por ciento extranjera y socios extranjeros de empresas chinas-- se han beneficiado enormemente a partir de sus inversiones en China. Un informe del Banco Mundial de 2006 puso la tasa promedio de retorno para las multinacionales extranjeras en China en el 22%. Según un informe compilado por el Consejo de Conferencias de Empresas Mundiales, la tasa promedio de retorno sobre el capital para las multinacionales norteamericanas en China en 2008 fue del 33%.

Dicho esto, las ganancias antes de intereses e impuestos de las empresas extranjeras en China habían venido empeorando desde 2009, pero en 2017 la situación mejoró. Esta es una cuestión que el gobierno chino debe considerar seriamente. En cualquier caso, nadie puede decir que las empresas extranjeras se vieron obligadas a operar en el mercado chino. El argumento de que las empresas estadounidenses han sido forzadas a transferir su tecnología a China carece así de relevancia.

En verdad, ese argumento nunca estuvo respaldado por evidencia persuasiva. Si bien el representante comercial de Estados Unidos (USTR por su sigla en inglés), que compiló el informe de la Sección 301, dice haber realizado muchas encuestas, todos los participantes son anónimos, y sus comentarios son básicamente rumores --nada que sea admisible en un tribunal de justicia--. Y, aun si se los considerara válidos, estos argumentos no demostrarían de manera decisiva que obligar a las empresas extranjeras a transferir su tecnología sea una práctica prevaleciente en China.

Las acusaciones del informe de la Sección 301 respecto de la inversión china en el exterior --a saber, que China utiliza "capital del gobierno y redes de inversores sumamente opacas para facilitar las adquisiciones de alta tecnología en el exterior"-- son igualmente endebles. El USTR asume que el gobierno de China no sólo tiene una estrategia de inversión claramente definida, sino también que un ejército de empresas obedientes está dispuesto a llevarlas a cabo.

Sin embargo, el Instituto Norteamericano de Empresa informa que, de 2005 a 2016, las empresas chinas han hecho apenas 202 inversiones, incluidas fusiones y adquisiciones, en Estados Unidos, y que sólo 16 de ellas --por un total de 21.000 millones de dólares-- fueron en sectores de tecnología. Los inversores chinos gastaron mucho más que eso --94.000 millones de dólares-- en bienes raíces en Estados Unidos entre 2013 y 2016.

La distribución sectorial de la inversión por parte de empresas chinas en el exterior indica que ni siquiera existe un mecanismo de mercado efectivo en marcha que lleve a las empresas chinas a invertir de manera racional. Por el contrario, las empresas están tomando decisiones de inversión independientes -y muchas veces irracionales-, que suelen conducir a grandes pérdidas.

La cuestión final planteada por el informe de la Sección 301 se relaciona con el robo cibernético de PI y de información comercial sensible que, según Estados Unidos, es perpetrado por el gobierno chino. El informe reconoce que desde 2015 --cuando China y Estados Unidos acordaron que ninguno "realizaría o respaldaría intencionadamente robo cibernético de propiedad intelectual, incluidos secretos comerciales u otra información comercial confidencial para ventajas comerciales"-- la cantidad de incidentes detectados de espionaje cibernético chino ha declinado. Sin embargo, algunos funcionarios estadounidenses insisten en que esto probablemente refleje un cambio hacia ataques más centralizados, más ejercitados y más sofisticados por parte de una cantidad más pequeña de actores.

La verdad es que China ha venido haciendo un marcado progreso en su protección de los derechos de propiedad. Como señala Nicholas Lardy del Instituto Peterson de Economía Internacional, "los pagos de honorarios y regalías por parte de China por el uso de tecnología extranjera se han disparado en los últimos años, alcanzando casi 30.000 millones de dólares el año pasado, casi cuatro veces más que en los últimos diez años". En verdad, Lardy continúa, "China probablemente se ubique en el segundo puesto a nivel global en cuanto a la magnitud de honorarios de licencia pagados por tecnología utilizada dentro de las fronteras nacionales".

Parece evidente que el informe de la Sección 301 se basó en rumores, imaginación y verdades a medias. La pregunta obvia es cómo puede la administración Trump basar una decisión política con tantas consecuencias como los aranceles comerciales --que podría desatar una guerra comercial catastrófica-- en una evidencia tan débil. La respuesta obvia es que el informe estaba destinado a justificar la política, más que a informar.

Esto no quiere decir que las cuestiones planteadas por el informe de la Sección 301 sean un simple invento, o que el cumplimiento por parte de China de sus compromisos con la OMS haya sido impecable. Por el contrario, China puede hacer mucho para mejorar su acatamiento de las normas de la OMS, especialmente en lo que concierne a abrir su sector de servicios financieros y fortalecer las protecciones de PI.

Pero las cuestiones relacionadas con el comercio deberían abordarse dentro del marco de la OMC, y Estados Unidos tendría que utilizar los mecanismos de resolución de ese organismo para abordar sus quejas. A falta de una estrategia de esa naturaleza por parte de la administración Trump, China debería considerar lanzar una nueva ronda de negociaciones de la OMC en cooperación con Australia, Canadá, la Unión Europea, Japón, México y Nueva Zelanda. Debería preservarse el multilateralismo, con o sin Estados Unidos.

La guerra comercial de Trump no logrará obligar a China a abandonar su aspiración de ponerse a la altura de las economías avanzadas. China está dispuesta a librar una guerra de desgaste. Desafortunadamente, ambas partes -así como el resto del mundo- incurrirán en grandes pérdidas en el proceso.

* Expresidente de la Sociedad China de Economía Mundial y director del Instituto de Economía y Política Mundial en la Academia China de Ciencias Sociales, se desempeñó en el Comité de Política Monetaria del Banco Popular de China de 2004 a 2006.
Project Syndicate 1995–2018

 

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