El desgaste de Santos

Luis Carvajal Basto
19 de junio de 2017 - 05:29 a. m.

Al presidente le va mal  con la opinión, pero ha mantenido su gobernabilidad en el Congreso. ¿Será esa la causa de su desgaste?

Varias razones  pueden explicar la imagen negativa del gobierno. Si construyéramos una igualdad, al frente de ese negativo encontraríamos variables como: 1) El deterioro natural, luego de dos periodos 2) Un pésimo manejo de las comunicaciones,3) Un discreto desempeño de la economía, complicado por La reforma tributaria, 4) La polarización del país y la dura oposición del Uribismo, 5) La propia desarticulación del equipo de gobierno (Vargas Lleras - el resto; Pardo - Jaramillo). Pocos  consideran, al explicar su desgaste,  las futuras y cada vez más presentes elecciones ni los acuerdos con las FARC, aunque  caractericen el periodo político.

Tratándose de imagen, es decir de percepción, lo que ocurre en el mundo “real” no necesariamente altera la apreciación ciudadana. Las cifras de la economía y la reducción del crecimiento, por ejemplo, no deberían sorprendernos teniendo en cuenta la caída en los precios del petróleo. Pero el gobierno no logró explicarlo. Ni sus vínculos con la antipática reforma tributaria. Tampoco pudo convencer a las mayorías, como se vio en el referendo, de la conveniencia de la Paz, lo que no deja de ser asombroso.

Hechos tan importantes como la entrega de armas  se convirtieron en un asunto de dudosa credibilidad por la manera como se comunicó. Terminó siendo más significativa la inexactitud sobre un número que un acontecimiento contra el que nadie en sus cabales puede estar en desacuerdo. En resumidas cuentas Santos comunica mal y eso ya no tuvo remedio, lo que no sería tan importante si no tuviera influencia en las presidenciales, cuyo incierto resultado a menos de un año interviene, claramente, en la valoración y credibilidad, incluso jurídica, del gobierno; lo que ha afectado, a la vez, el cumplimiento de lo acordado con las FARC, como se vio en la decisión de la Corte Constitucional sobre el Fast Track.

Para explicar los orígenes de lo que ocurre habría que remontarnos a la partición de cobijas entre Santos y Uribe. Más recientemente, del “éxtasis”, al comenzar los diálogos, al guayabo terciario del que la imagen presidencial adolece ahora. Se podría resumir diciendo que fue cuidadoso con su imagen hasta ganar elecciones, pero no lo ha sido en el ejercicio del gobierno. Ahora esa “desatención” tiene consecuencias en su credibilidad; en la del proceso de Paz y en la sucesión presidencial.

El Presidente ha concentrado esfuerzos en consolidar y mantener sus mayorías en el congreso. Para ello conformó una alianza con diferentes fuerzas políticas, cuyo núcleo ha sido el Liberalismo, mientras su compañero de fórmula, el ex vicepresidente Germán Vargas, inauguró la figura de la Vicepresidencia ejecutiva, con ministerios; presupuesto y gran protagonismo mediático. No fueron pocas las ocasiones en que, de manera increíble, el doctor Vargas, jugando el juego de su  candidatura, disintió de su propio gobierno y tampoco han sido escasas las repetidas pataletas de su bancada. Su lema, respecto de su relación con su propio  gobierno, pareciera ser “Sí pero no”, mientras fortalecía su proyecto. En síntesis, el presidente pudo mantener mayorías parlamentarias a un altísimo costo.

En la puerta de las elecciones esa ambigüedad pasa factura a la imagen presidencial. Mucho de lo que ocurre tiene que ver con la evidente desarticulación de su equipo. Sin embargo ese factor cada vez pesa menos: sabemos que los gobiernos tienen fecha de caducidad. Pero su indecisión en materia de sucesión presidencial; la fragmentación entre los “amigos de la Paz”, le empieza a quitar puntos en su gobernabilidad; en su capacidad para cumplir objetivos, cuando todavía le queda un año de gobierno.

@herejesyluis

Posdata: Quien puso la bomba en el andino es un petardo. Quería notificarnos que la noticia no es  el desarme de las FARC y que todavía tenemos una guerra. También quería incidir en las presidenciales, atemorizándonos. Como si no hubiéramos pasado por las bombas de Escobar.

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