El detallito

Francisco Gutiérrez Sanín
20 de octubre de 2017 - 06:00 a. m.

Creo que, por una vez en la vida, Germán Vargas fue sincero cuando afirmó que no quería “volver trizas” el acuerdo de paz.

Me explico. Sobre la paz hay tres posiciones. Una, la del Centro Democrático, destructiva aunque trate taimadamente de presentarla como algo distinto. Pero la brutal campaña de calumnias, mentiras, invenciones, agresiones y trampas con que el uribismo ha hostilizado la paz revela cuál es su verdadera posición. Otra, la de defender el acuerdo. Aquí hay varias posibilidades y matices, en los que no me detendré ahora. La tercera es reivindicar la desmovilización pero buscando eliminar todo lo demás, en particular el detallito de la verdad. Así se mantiene a cubierto la propia clientela política y económica.

Esa es la posición de Vargas Lleras y de su corruptísimo Cambio Radical, del que se quiso distanciar con un triste truco de feria de pueblo. Aunque denuncia en una conocida cuña televisiva a los desmovilizados de las Farc como castrochavistas, Vargas no quiere, como el uribismo, abrumarlos con insultos, penas, ostracismo y quién sabe qué más; lo que necesita es que no se sepa la verdad sobre la participación de algunos de sus apoyos con poder en los horrores de nuestra guerra. Está haciéndoles un mandado a otros, pero también a su propia gente y a sí mismo.

Este es su principal punto de confluencia con el Centro Democrático: el miedo cerval a la verdad. Un miedo innegociable, pues proviene de demandas cruciales tanto de su personal político como de sus clientelas poderosas. Parte significativa tanto de los unos como de las otras conocen el sabor de la sangre humana. No, no estoy ni dramatizando ni siendo maledicente. Estoy en capacidad de sustentar cada una de mis palabras (de hecho, puedo mostrar que más bien me estoy quedando corto). Pero como el espacio de las columnas es escaso, acudo a la imagen de Carlos Galán perorando junto a la parlamentaria que ha sido abogada de la Gata (a su vez financiadora de Uribe). El delfín de un señor que entregó su vida por la lucha contra la corrupción… Pesado, muy pesado, hasta para la política colombiana.

Es en esto en lo que confluyen plenamente el Centro Democrático y Cambio Radical. También, como lo vimos, parte del Partido de la U. Necesitan no solamente la impunidad, sino el silencio. Todos crecieron y se desarrollaron en un ambiente que les permitía acudir a la parapolítica, que venía de muy atrás pero que Uribe desde las alturas del gobierno y de su popularidad legitimó de manera indecente. Todos disfrutaron de actos masivos de corrupción. Todos hicieron parte de la nube de fuerzas uribistas en el poder, cuando los cobijaba la tapadera contrainsurgente. Qué tiempos aquellos… Esta clase de fiestas siempre deja un sabor de nostalgia y un efecto de dote: ¿por qué diablos tendría que acabarse? Ahora, con la paz, los invitados sienten como si les hubieran quitado algo a ellos y a sus apoyos sociales.

Por eso la histeria contra la JEP. Un líder del uribismo tuiteó que ya los estaban encarcelando. Amigos, ¡vienen por ustedes! ¡Los esbirros de la JEP están llegando a su puerta! ¡Horror! ¡Histeria! Todo es paja, claro. De hecho, la clase de gente que apoya Uribe está saliendo: ¿no vieron lo de Rito Alejo? Pero la JEP tiene algunos incentivos que harán que parte de ellos quiera hablar, acercándonos al esclarecimiento de hechos cruciales de nuestro conflicto. Y eso es lo que no pueden tolerar ni Cambio Radical ni el Centro Democrático.

La lucha de estos combos contra la paz es programática. Esto, de paso, muestra precisamente que la imbricación de los paramilitares con muchas de nuestras estructuras de poder fue más allá de lo que habitualmente se cree. Pero también sugiere que Vargas y Uribe tendrán que competir duramente, al menos en primera vuelta.

 

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