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El dilema de la censura a Thomas Piketty

Santiago Villa
03 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.

El último libro de Thomas Piketty, Capitalismo e ideología, está enfrentando algunos problemas para ser publicado en China, y probablemente no salga en ese mercado. Esta es una buena excusa para explicar las peculiaridades del mercado de los libros en China, cómo funciona realmente la censura, y el dilema que enfrentan algunos autores que quieren distribuir sus libros en la segunda economía mundial.

En primer lugar, no es China, o el gobierno chino, el que prohíbe el libro. Al menos no inicialmente. Sí, hay un momento en el que las autoridades tendrán que decidir si el libro se distribuye o no, o incluso si se imprime, pero es fácil que un libro llegue a librerías con material que el gobierno luego piensa que es inadecuado para los lectores.

A lo que juega la editorial es a que esto nunca ocurra. No solo porque perdería el dinero de edición y la publicación, sino que se exponen a multas y en el peor de los casos, prisión para los editores. Así que, en la práctica, la censura más común en el caso de los autores extranjeros es la autocensura de las editoriales.

La editorial encargada de comprar los derechos de la traducción y editar el libro, si es privada, debe acudir a una editorial pública para obtener un código ISBN, necesario para su publicación. Esa editorial pública revisa el contenido, y es un segundo filtro para determinar si el libro sale o no. El primer filtro es, como se dijo, la editorial privada, si la hay. Esto no quiere decir que más adelante el gobierno no decida retirar el libro de circulación. Si quiere, lo hace, y el gobierno de China no tiene que dar explicaciones de por qué retira un libro.

En el caso de Piketty, la editorial que habría publicado su libro en China, CITIC Press Group, pasó el año pasado de ser una empresa estatal, a tener capital compartido. En julio de 2019, CITIC Limited, un conglomerado estatal de banca y energía, ofreció el 25% de sus acciones a capital privado en la bolsa de Shenzhen, durante una exitosa oferta pública inicial.

Es probable que el libro de Piketty se encuentre, entonces, en la fase de autocensura, pero CITIC Press Group puede imprimir el libro y obtener un código ISBN. Sus editores y ejecutivos, así como la empresa misma, es la que debe asumir el riesgo de incomodar al Partido Comunista. Es de esperar que, siendo estatal, CITIC Press no esté dispuesta a correr riesgos, así que tomó el camino fácil para la publicación del libro: todo lo que hable de desigualdad en China se elimina. En teoría, podría arriesgarse más.

Hay varias consideraciones que el autor extranjero debe evaluar, y posiciones que puede tomar. Las respuestas más simplistas son: primero, oponerse por principios a cualquier tipo de censura y negarse a que se distribuya el libro; segundo, y en el otro extremo, aceptar lo que pida la editorial sin mayor reflexión, para acceder a los jugosos millones de compradores. La primera no beneficia al público chino, que se queda sin acceder por completo al libro, y la segunda no hace una necesaria reflexión ética sobre si vale la pena aceptar la censura.

La posición más compleja es tibia y pragmática, y es la que más beneficios puede en últimas ofrecer para los potenciales lectores de China. El autor debe indagar si hay posibilidad de negociar las limitaciones y censuras. Esto generalmente es un margen muy estrecho, porque los censores no son reaccionarios malvados, sino editores que quieren preservar su libertad y su negocio, mientras ofrecen estos libros a un público que quiere oferta extranjera, y que se beneficia de conocer estas perspectivas. Cuando dicen qué contenido debe quedar por fuera, lo están haciendo para no correr riesgos con el gobierno chino y para que el libro pueda distribuirse.

Una vez está clara la línea roja de lo que quedaría por fuera, el autor debe determinar si el libro sufre tanto que no vale la pena editarlo. El caso de Piketty es muy complejo, porque un fragmento importante de su libro es sobre la desigualdad en China, y eso es precisamente lo que se quiere eliminar.

Asumamos que Piketty, por algún motivo, cree que vale la pena que los lectores chinos lean sobre sus perspectivas sobre Brasil, India, Sudáfrica, y los otros países, pero misteriosamente, no vean a China mencionada. La mayoría seguramente van a deducir que lo censuraron, pero Piketty también puede pedirle a la editorial que aclare que hubo partes de la versión original que no salieron en la versión china, para el lector sepa que lo censuraron.

Ahí es cuando las cosas se ponen interesantes. Se pueden buscar soluciones creativas. Por ejemplo, luego de que la autobiografía de Edward Snowden fue publicada en China, con fragmentos censurados, Snowden se encargó de compilar los fragmentos eliminados en chino, y se distribuyeron por redes sociales y otros canales.

Quizás Piketty no es tan punk como para proceder con una técnica semejante, pero no importa, al fin y al cabo, sólo lo estamos usando como excusa para contar algunos detalles sobre cómo funciona la censura de libros en China.

Twitter: @santiagovillach

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