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El disfraz

Juan David Ochoa
19 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.

Iván Duque, disfrazado de policía, recorrió los puntos destruidos por las protestas ante el asesinato de Javier Ordóñez el pasado 9 de septiembre. No solo no se ha pronunciado contundentemente ante los excesos de los agentes responsables del incendio, y no solo convocó a sus ministros a repetir excusas y argumentos increíbles de defensa nacional con investigaciones sobre células de monstruos renovados, ahora pretende simbolizar la defensa a ultranza de la institución cuestionada internacionalmente usando nuevo disfraz, ya que el que ha usado desde su posesión le sigue quedando ridículo; un vestuario incomprensible como su personalidad pusilánime ante un cargo de la trascendencia de Estado. Su competencia entre la escalada del peligro de un gobierno ausente sigue siendo obscena; su rostro de advenedizo sigue apareciendo cada vez más perdido entre las multitudes que le exigen claridad y un mínimo de sentido común. Pero ante cada desborde de la realidad su posición es aun más esquizoide; cede con más sumisión a las presiones de su partido de cólera, y ante cada alocución es mas evidente la sombra de los personajes que parecían relegados.

Los tiempos de Turbay Ayala han regresado con las mismas historias que resultaron ser siempre inconcebibles: los perseguidos que, según las fuerzas del orden y la inteligencia de las instituciones, se autotorturaban para desprestigiar la imagen del presidente inocente; las irrupciones en propiedades para amenazar y llevarse a las profundidades de la noche a los sospechosos de quejumbres peligrosas; las señales en la frente de cada disonante del dogma de un estatuto de seguridad que debía adorarse. Todo empieza a suceder ahora con la imagen de un presidente que no es y que sigue haciendo gestos de inanimado frente a todos los escándalos de las fuerzas que responden por naturaleza a su carácter. Su disfraz es ahora un ropaje destrozado por su propia mediocridad y por su propia desidia, y no podía resultar peor, justo ahora que su mentor sigue preso y alejado del poderío del mando. Se le ve más torpe y más gris en ese trono que aceptó ocupar en calidad estrictamente representativa: un cuerpo que se sienta en el cargo principal a fungir con elocuencia imponente del gobierno que no tiene y que no es. Su torpeza lo llevará a cometer errores más profundos en la medida progresiva del desbarajuste, y lo sabe muy bien, como lo saben todos, pero debe sostenerse allí hasta que el tiempo le conceda el final del juramento y una nueva artimaña en comunicaciones empiece la creación de nuevos y peligrosos enemigos. Mientras sigue allí, opaco y ausente, disimulando con voz de varón autoridad y dominio, sus ministros leales al proyecto uribista de la redención de la historia siguen entregando partes de furia y estigmatización contra toda evidencia. Tendrán que seguir el ritmo del desmadre creado por ellos mientras todo termine, y las firmas de contratos prioritarios se hayan hecho en silencio, y la verdad desaparezca con los cuerpos que quedan fastidiando. Para distraer todo mejor y a la altura de las circunstancias, el presidente tiene la única y urgente labor de fungir el disfraz de la mejor manera.

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Carmela(39411)21 de septiembre de 2020 - 12:28 a. m.
👏👏👏👏👏👏👏👏👏
jmurillo(10525)20 de septiembre de 2020 - 08:49 p. m.
Excelente su denodada franqueza, creo que Colombia està de luto.
german(32511)19 de septiembre de 2020 - 11:20 p. m.
El sub presidente parecía disfrazado de dummie, gordo, lleno de aire, sin sustancia y al vaivén del viento. Puesto solo como distractor mientras los verdaderos titiriteros se frotan las manos, distribuyendose el herario público.
usucapion1000(15667)19 de septiembre de 2020 - 07:29 p. m.
La ironía y la sátira con humor es muestra de inteligencia e instruye más que una aburrida perorata seudofilosófica estilo obdulista. GRACIAS JUAN DAVID OCHOA, me arreglaste el día, después de leer las horribles y, desafortunadamente, verídicas noticias sobre este golpeada Nación.
Jaime(96560)19 de septiembre de 2020 - 06:29 p. m.
Disque bonachón el petardo. Ninguna persona que se ponga al servicio de un genocida, puede ser bonachón.
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