El dolor de Estado

Felipe Jánica
17 de diciembre de 2018 - 06:09 a. m.

Este fin de semana tuvimos la oportunidad de compartir y de servir nuevamente. En efecto estuvimos serviendo en familia como parte del grupo de familias misioneras. El destino fue la vereda la Colorada, que hace parte del municipio de Viotá en Cundinamarca. Estar de cerca con la gente de esta vereda nos hizo palpar de cerca una diversidad de sentimientos. Por un lado la alegría de servir y de encontrarse con una comunidad con la necesidad de tener una mano amiga y un momento de felicidad. Por otro lado, encontrarse con una cantidad significativa de necesidades y de afrontar en carne propia la impotencia de no poder solucionar las causas raíces de esas angustías.

Con todo este panorama de desolación y de dejadés de Estado, un asunto que me sigue llamando la atención es la necesidad de hacer cambios de fondo. Escuchar las necesidades de la gente y no poder explicarle que el no tener lo que se merecen es por la ausencia del Estado, resulta casi imposible de explicar a unos ciudadanos que no les han brindado herramientas para poder comprender lo que realmente necesitan. Sin embargo, debo resaltar lo bueno. Por supuesto las ganas de salir adelante y de tener ilusiones hacen que la gente de la vereda la Colorada tenga el coraje para buscar un mejor futuro. Lo que piden en sus oraciones no es lo material, que por supuesto se necesita. Sus oraciones, y lo que me hace seguir con ganas de ayudar, es que piden por las necesidades de los demás y se olvidan de las propias.

Ciudadanos como los de la vereda la Colorada hacen pensar que el futuro del Estado podría ser esperanzador. Claro, lograrlo no será fácil. Habrá mucha voluntad política que habrá que persuadir. Pero sigo convencido que si los políticos de turno piensan por primera vez en su vida en la construcción de políticas de Estado estarán marcando un hito en el desarrollo sostenible de nuestro país. Por supuesto hay que ayudarle a estos políticos. Para ello la veeduría ciudadana será fundamental en este cometido. Lo primero que habrá que pensar es en la definición de un compromiso ciudadano por elegir a gobernantes que firmen en marmol su compromiso de cumplir el mandato libre de sesgos y de cobardes intenciones personales. Sé que esto es una quimera, pero soñar no cuesta nada.

Hacer algo por los más necesitados no solo es deber del Estado, en el que estamos incluídos. Es deber de los ciudadanos saber elegir y además hacer seguimiento a su mandato. Para ello es necesario no dejar en cabeza de los gobernantes de turno las planeaciones estratégicas. Es un deber del Estado poder coadyuvar en el desarrollo de las comunidades más necesitadas. La ejecución es y seguirá siendo la función pública de los gobernantes. También habrá que hacerles entender que ellos son gobernantes de turno y que seguramente su fuinción será pasajera y será un instrumento para la ejecución de políticas de largo plazo. Solo así podrá definirse un plan de acción para evitar no solo el mal endémico del corto placismo sino para combatir el peor de los males, la corrupción.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar